viernes, 2 de enero de 2009

El anzuelo Hemingway


En una información aparecida el 21 de septiembre en The New York Times, y reproducida en este periódico, se afirma que el gobierno cubano va a permitir el acceso a los documentos del escritor norteamericano Ernest Hemingway que se encuentran en la isla. Al mismo tiempo, expertos en preservación de Estados Unidos comenzarán a restaurar los textos, a copiarlos en microfilmes y a pasar su contenido a un sistema de computación.
Que el régimen de La Habana permita a los académicos norteamericanos consultar los documentos es noticia. La afirmación posterior de Manuel Sardiñas, director del museo Hemingway en Cuba, de que las autoridades cubanas mantienen el acceso vedado a los documentos mientras los someten a trabajos de restauración, es un intento de limpiar la imagen de entreguismo que se desprende del artículo aparecido en el periódico norteamericano. Es falso afirmar -como se especifica en la nota publicada en el Times- que a nadie, ni siquiera a los expertos cubanos, se les ha permitido ver los documentos.
Es mentira lo que dice Sardiñas: ''Aquí no se ha abierto ningún fondo del museo a nadie, a ningún investigador'', de acuerdo a un cable de la Agence France Presse. Enfatizar que el acceso a las cartas, libros y fotografías permitirá a los estudiosos de Hemingway descubrir aspectos inexplorados es una afirmación ignorante. Participar de un engaño decir que los documentos han permanecido inéditos.
Vale la pena visitar Finca Vigía, la casa donde vivió el escritor en Cuba. A diferencia de la casa museo Hemingway en Cayo Hueso, donde poco o nada evidencia la estancia del escritor, en esta villa austera y acogedora de las afueras de San Francisco de Paula -en las proximidades de La Habana- se respira la presencia de quien creó algunas de las mejores obras de la literatura norteamericana. Pero para leer los documentos que se mencionan en el Times no hay que ir a la isla.
El artículo del Times destaca que en Finca Vigía hay cartas de Adriana Ivancich, la joven condesa italiana -que fue el último amor del escritor y sirvió de modelo para la heroína de la novela Más allá del río y entre los árboles- y de Martha Gelhorn, su segunda esposa. Si el autor de la nota y los expertos que consultó conocieran mejor lo que estaban hablando, hubieran podido hacer más atractivo el paquete: en Finca Vigía hay cartas del director de cine Howard Hawks, las actrices Ingrid Bergman y Marlene Dietrich y el magnate de prensa William Randolph Hearst Jr., de Patrick Hemingway, hijo del escritor, y de Grace Hall Hemingway, su madre. Si el periodista y los académicos estuvieran mejor informados sabrían que estas cartas no han permanecido inéditas, porque conocerían de la existencia de Hemingway en Cuba, del escritor cubano exiliado Norberto Fuentes.
Uno de los expertos consultados por Times, el biógrafo A. Scott Berg -que ''ha leído todas las biografías de Hemingway''- habla de su asombro cuando en Cuba le mostraron un documento en que el escritor norteamericano expresa sus sentimientos acerca de su cuarta esposa, Mary Welsh.
''Si este documento existe, me imagino que también hay otros similares'', afirma Berg. ''Y aun si no existieran, aun si éste fuera único, sugiere todo un nivel de diálogo entre Ernest y Mary Hemingway que me parece no conocíamos; todo un nivel de dolor y sinceridad que no hemos visto en otra parte'', agrega.
Este texto, donde el escritor se pregunta si debe aceptar a su última esposa como una regañona -y olvidarse de cualquier otra ilusión- o habituarse a no hacerle caso, aparece en la página 399 del libro de Fuentes (cito por la edición en inglés: Hemingway in Cuba). De nuevo, no se justifica el viaje a la isla para leerlo.
Resulta formidable saber que los documentos existentes en Finca Vigía van a ser preservados gracias al empleo de técnicas modernas y adecuadas. Es lógico que los estudiosos de la obra de Hemingway quieran consultar el archivo existente en Cuba. Pero hay una diferencia fundamental entre la labor de restauradores y especialistas y el afán de las autoridades cubanas. En cualquier otra parte del mundo, una discusión sobre los papeles de un escritor famoso es un problema académico. En Cuba es una razón de Estado.
No es un hecho aislado si ahora el régimen quiere abrir sus archivos a los especialistas de Estados Unidos, o al menos coquetea con la idea. Es parte de una campaña para atraer turistas norteamericanos. Si mañana en Cuba se organizara una competencia de ranas saltarinas, las norteamericanas no sólo estarían invitadas, sino conformarían la delegación mayor, más colorida y con los mejores charcos reservados para su uso exclusivo.
La información aparecida en el Times muestra las dos caras de un intercambio en aumento, donde los cubanos de ambas orillas no son los protagonistas principales: para los funcionarios de La Habana cualquier recurso es bueno para atraer visitantes; para los norteamericanos la isla es un territorio salvaje, lleno de ''tesoros escondidos'', a la espera de que un extranjero los descubra. La Habana está enfrascada en una campaña para atraer a los norteamericanos, de cualquier forma y con cualquier gancho. No es un interés por un intercambio cultural; es un intercambio cultural como pretexto para incrementar los vínculos entre cubanos y norteamericanos. Hemingway, el pescador, el escritor, se ha convertido en anzuelo.
Publicado en El Nuevo Herald el martes 1 de octubre de 2002.Fotografía: la biblioteca de Ernest Hemingway, en su casa de Finca Vigía, en La Habana, en esta foto de archivo del 24 de mayo del 2005 (Alejandro Ernesto/EFE).