martes, 27 de febrero de 2007

Lisandro Otero y ''Hitler Reivindicado''


Lisandro Otero, escritor cubano radicado en México y director de las páginas de opiniones del periódico Excelsior, escribió recientemente dos artículos y una aclaración en que intenta ofrecer otra visión de la historia: aquélla en la que Adolfo Hitler es descrito como un protagonista positivo. En su aclaración Otero se defiende y dice que los criterios expuestos no son suyos, pero antes, en su primer artículo, Hitler Reivindicado, ha ido tan lejos sin añadir una palabra crítica, que no resulta extraño que sus palabras provoquen indignación.
¿Es justificada esta indignación o se exagera en la interpretación de una columna que simplemente intenta dar a conocer una corriente de pensamiento? Lo mejor es volver al texto original. El columnista se refiere a una tendencia en la historiografía contemporánea que se inclina a la reivindicación de Hitler: “Sin Hitler no hubiera existido el movimiento de descolonización ni la emancipación de los mundos árabe y africano. Tampoco hubiera ocurrido la división de Alemania y su consiguiente reunificación, con mayor potencia que nunca antes. Sin Hitler no existiría el estado de Israel ni el auge de la identidad de la cultura negra''.
En realidad, lo correcto es decir: sin la caída de Hitler no existiría el estado de Israel, sin la II Guerra Mundial, desencadenada y perdida por Hitler, el ascenso de Estados Unidos a primera potencia mundial hubiera sido mucho más lento, y sin el fin del colonialismo inglés y francés a consecuencia de esa guerra, algunos países árabes y africanos se habrían visto envueltos en sangrientos e interminables
conflictos para lograr su emancipación. Es curioso que Otero excluya a la Unión Soviética de su lista: sin Hitler, su invasión a la URSS y su posterior derrota, no se habría expandido de forma fulminante el poderío soviético por Europa.
Pero con ello sólo estamos dando una explicación a posteriori de los hechos históricos, no juzgándolos por su valor. El querer asignarle un valor positivo o negativo a algunas de estas circunstancias depende de la ideología del autor. Otero va aún más lejos: “El estado totalitario, del cual tanto se le acusa, no lo era para la mayoría de los alemanes. Según sus ensalzadores, solamente los judíos, los gitanos y los homosexuales tenían algo que temer bajo el nacionalsocialismo”.
Incluir un párrafo de esta naturaleza en una columna de opinión, sin agregar un comentario que aclare al lector desprevenido la realidad del fascismo, carece de justificación, salvo que de alguna manera se intente justificar al régimen.
Porque si la intención fue simplemente dar a conocer una corriente dentro de la historiografía contemporánea, el autor peca de ignorante.
Otero caracteriza de “fuerte” tendencia historiográfica a una corriente revisionista con una visión “novedosa” en que incluye a estudiosos como John Luckacs, Sebastian Haffner y Konrad Heiden. Pero es que ninguno de los tres autores citados intentan una reivindicación de Hitler. En algunos casos, como el de Heiden, el enfoque tampoco resulta novedoso. Heiden fue un periodista que emigró de Alemania luego de la ascensión al poder del nazismo. En 1936 publicó el primer estudio sustancial sobre Hitler, en que advertía que el líder alemán era subestimado de forma peligrosa, tanto por sus aliados como por sus opositores.
Respecto a Luckacs, su libro más reciente, The Hitler of History, no es una biografía más sobre el dictador alemán sino una obra en que se analiza el tratamiento que la figura de Hitler ha recibido por los historiadores. Luckacs no es un revisionista, no justifica a Hitler.
Pero donde el equívoco es más evidente es la cita textual de Otero al comienzo de esta columna, en que valora la importancia de Hitler para el surgimiento del estado de Israel. Otero la atribuye a The Hitler of History de Luckacs. Es un error. La afirmación original se encuentra en The Meaning of Hitler, de Haffner, de donde la recoge Luckacs en una nota al pie de página. A continuación reproducimos el texto completo, situando entre corchetes las partes omitidas por Otero: “El mundo actual [nos guste o no nos guste] es obra de Hitler. Sin Hitler no hubiera existido división de Alemania [y Europa; sin Hitler no hubieran habido norteamericanos y rusos en Berlín]; sin Hitler no existiría Israel; sin Hitler no hubiera existido descolonización [,al menos no de forma tan rápida]; no se hubiera producido la emancipación [asiática,] árabe y africana, y no se habría producido una disminución de la preeminencia europea. [O más precisamente, no se hubiera producido nada de esto sin los errores de Hitler. El realmente no quería que nada de ello ocurriera]''.
Las omisiones se expresan por sí solas. ¿Es tan torpe Otero como para eliminar de una cita cuestiones claves, como las que aparecen al final de la misma, o deliberadamente está tratando de tergiversar la obra de historiadores de reconocido prestigio internacional? Hay que preguntarse entonces si al detener su atención sobre el tema del totalitarismo, Otero no estaba tratando al mismo tiempo de responderse una cuestión igualmente grave: ¿se intentará reivindicar a Fidel Castro el día de mañana? ¿Querrá alguien algún día poner al dictador cubano como la razón para que el neoliberalismo y la privatización se extendieran por el continente? Siempre llama la
atención la ironía de la historia, los logros alcanzados por fines no propuestos o las consecuencias inversas de un acto premeditado, pero ello no libra a la figuras históricas de las consecuencias morales de sus actos. En este sentido, Hitler ni Castro tienen reivindicación. Y a estas alturas, Lisandro Otero debería saberlo.

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