miércoles, 9 de noviembre de 2022

Trump esperaba una noche de celebración, pero no tiene mucho de que alegrarse


Donald J. Trump no estuvo en la boleta electoral el martes, pero pasó los últimos dos años comportándose de otra manera, con el objetivo de brindar victorias clave a un Partido Republicano con el que es probable que busque, una vez más, una candidatura a la presidencia.
Varias votaciones todavía permanecían sin definirse la madrugada del miércoles, pero estaba claro que no se había producido la “gigantesca marejada roja” que Trump llevaba semanas pidiéndole a sus partidarios que llevaran a cabo.
En su lugar, lo que ocurrió fue que en algunos estados clave, los candidatos respaldados por Trump perdieron o les fue mal, escriben Michael C. Bender y Maggie Haberman en un artículo de The New York Times.
En Pensilvania, el demócrata Josh Shapiro ganó la carrera por la gubernatura contra el republicano Doug Mastriano, mientras que el demócrata John Fetterman derrotó al republicano Mehmet Oz, para así cambiar el control de un escaño en el Senado. En Michigan, Tudor Dixon, la escogida por Trump para postularse a gobernadora, se quedó corta en su intento de derrocar a la titular Gretchen Whitmer.
En Arizona, donde Kari Lake y Blake Masters habían hecho campaña juntos como candidatos de “América Primero”, siguiendo el lema de Trump, ambos estaban atrás en las votaciones para la gobernación y el Senado, respectivamente, aunque los resultados aún se mantenían demasiado cercanos para hacer un anuncio.
Por otra parte, a algunos de los candidatos de Trump les fue bien, como J.D. Vance, el candidato republicano al Senado en Ohio. Y el candidato en el que Trump estaba más involucrado personalmente, el exjugador de fútbol americano Herschel Walker, cuya candidatura al Senado en Georgia se vio sacudida por acusaciones de que había alentado a las mujeres para que se hicieran un aborto que él pagó, parecía acercarse a un resultado que obligaría a realizar una segunda vuelta en la votación.
Una de las mayores victorias de la noche del Partido Republicano se produjo en Florida, donde el gobernador Ron DeSantis ganó la reelección con márgenes que los republicanos no habían visto allí en dos décadas.
A diferencia de hace cuatro años, cuando el respaldo de Trump ayudó a impulsar la campaña sin fuerza de DeSantis, el gobernador no buscó la ayuda del expresidente para la reelección. Ahora DeSantis fue el blanco de un apodo burlón de parte de Trump en los últimos días de la contienda.
En buena medida, Trump se burló de DeSantis porque el gobernador es ampliamente visto como la principal alternativa al expresidente para la nominación republicana. DeSantis no ha dicho si se postulará para la Casa Blanca, pero Trump, quien se espera que anuncie su tercera candidatura presidencial consecutiva la próxima semana, ha dicho a los periodistas que ve a DeSantis como un competidor.
Las reñidas contiendas en el resto del mapa electoral han dejado vacilante a Trump. En una fiesta de la noche de las elecciones en su club privado de Mar-a-Lago, no estaba particularmente interesado en dirigirse a la multitud, según alguien familiarizado con lo ocurrido. Sí pronunció breves comentarios, y una de las pocas personas a las que elogió fue a Katie Britt, la candidata republicana al Senado de Alabama, cuya victoria se consideraba inevitable.
No mencionó la victoria de DeSantis, sino que se centró en la amplia victoria del senador Marco Rubio, quien hizo campaña con Trump.
Para demostrar su continua influencia en el partido, Trump respaldó a unos 300 candidatos durante las contiendas de mitad de mandato de 2022, una marcada diferencia en más de un siglo de tradición política estadounidense. Desde 1908, cuando Teddy Roosevelt se cuestionó su apoyo a William Howard Taft como su sucesor, no había estado un ex presidente tan activo en la política partidista.
Los republicanos reconocieron que la noche había sido decepcionante. “Definitivamente no es una  marea republicana, eso es absolutamente seguro”, dijo a NBC News el senador Lindsey Graham, republicano por Carolina del Sur y aliado cercana de Trump.
El intenso enfoque en las elecciones intermedias de Trump se debe casi por completo a su búsqueda de redención luego de su derrota en las elecciones presidenciales de 2020, y a su deseo de mantener la lealtad del partido hacia él.
Desde 2016, cuando Trump conmocionó al establecimiento republicano con una toma de control absoluta del Partido Republicano, su estilo político ha resultado en más daños colaterales para sus compañeros conservadores que en éxitos electorales.
Fue el primer presidente en décadas en perder la Cámara, el Senado y la Casa Blanca en cuatro años.
Con un presidente diferente en el cargo esta vez, los republicanos sintieron la oportunidad de compensar algunas de esas pérdidas. Pero para Trump fue una oportunidad para reforzar su control sobre el partido.
 “Si esto resulta ser otro fracaso en el Senado en un año que fue favorable a los republicanos, incluso si no es una marea, nuevamente será consecuencia de los candidatos que presentaron, lo que inequívocamente fue moldeado y dirigido por Donald Trump”, dijo. Liam Donovan, exasistente del Comité Senatorial Republicano Nacional.
La búsqueda singular de Trump de mantener su marca política, más que derrotar a los demócratas, se ha entrelazado con todos sus respaldos y su decisión, por primera vez, de gastar una cantidad significativa de dinero para ayudar a elegir a otros candidatos.
Su súper PAC, MAGA Inc., gastó más de $16 millones en publicidad televisiva en el último mes en seis estados, alrededor del nueve por ciento de todo el gasto republicano en las mismas contiendas durante ese tiempo, según AdImpact, una firma de seguimiento de anuncios.
Purgó con éxito al partido de muchos titulares republicanos que consideraba desleales, al respaldar a los retadores de las primarias. Y apoyó a los candidatos que difundieron su mentira de que las elecciones de 2020 fueron robadas, incluidos los republicanos que se postularon para convertirse en los principales funcionarios electorales en Arizona, Georgia y Michigan, todos los estados que perdió en 2020. Su elegido en Georgia perdió las primarias, mientras que los otros dos avanzó a las elecciones generales, donde sus contiendas estaban demasiado reñidas todavía el miércoles a primeras horas.
Trump colocó su nombre en docenas de candidatos que tenían la victoria virtualmente asegurada, incluidos algunos que no tenían un oponente demócrata, en un intento de compilar un récord desigual de victorias y derrotas que comenzó a pregonar el martes por la noche, mucho antes de que se conocieran los resultados de los escaños más disputados en el Senado.
Apoyó a los candidatos en las cinco contiendas senatoriales más competitivas, incluidos Walker en Georgia y el Dr. Oz en Pensilvania, a quienes ayudó a reclutar.
Dentro del partido, el poder de Trump ha sido incuestionable. Los republicanos lucharon para ganar su respaldo durante la temporada de primarias, e incluso los candidatos a los que no apoyó se postularon como republicanos de Trump. Los sitios web y los anuncios de los candidatos se llenaron con sus imágenes. Promovieron sus políticas y muchos repitieron sus afirmaciones falsas sobre el fraude electoral en 2020.
Pero los límites del poder político de Trump fueron evidentes durante las elecciones generales. Al igual que el presidente Biden, Trump es visto desfavorablemente por la mayoría de los votantes moderados, y pocos candidatos participando en contiendas reñidas estaban ansiosos por que el expresidente, o el actual, se uniera a ellos en la campaña electoral y así arriesgarse a alejar a los votantes indecisos cruciales.
En la última semana, dos de los últimos cuatro mítines de Trump fueron en estados sin una contienda estatal muy competitiva. No realizó un solo mitin en Georgia o Wisconsin durante las elecciones generales.
En las contiendas para gobernadores, la influencia de Trump se sintió más profundamente en Arizona, donde Lake, una expresentadora de noticias locales, diseñó casi toda su campaña sobre el expresidente en sustancia y estilo. La estrategia resultó ser un gran éxito en una contienda primaria contra una figura republicana muy conocida y la mantuvo cerca en las encuestas con Katie Hobbs, la candidata demócrata. Pero Lake estaba rezagada mientras se contaban los votos el miércoles temprano. El candidato a gobernador de Trump en Wisconsin, Tim Michels, y en Michigan, Tudor Dixon, ambos perdieron ante los titulares.
En las contiendas para gobernadores que aún estaban indecisas el miércoles temprano, Trump había respaldado a Derek Schmidt en Kansas y a Joe Lombardo en Nevada.
En una entrevista con NewsNation realizada antes del cierre de las urnas, cuando se le preguntó cuánto crédito creía que merecía cualquiera de los más de 330 candidatos que respaldó a lo largo del ciclo, Trump dijo: “Bueno, creo que si ganan, debería obtener todo el crédito. Y si pierden, no me deberían culpar en absoluto. ¿No es así? Pero probablemente ocurra todo lo contrario”.
Agregó: “Por lo general, lo que sucedería es que, cuando lo hacen bien, no me darán ningún crédito, y si lo hacen mal, me culparán a mí. Así que estoy preparado para cualquier cosa, pero nos defenderemos”.
Trump está especialmente concentrado en defenderse, preocupado no solo por su historial de victorias y derrotas, sino también por la miríada de investigaciones a las que se enfrenta y la posibilidad de que otros candidatos lo desafíen a la nominación del partido en las primarias. Está muy molesto por el potencial de DeSantis para aspirar a la presidencia.
Trump la emprendió con DeSantis el día antes de las elecciones de mitad de mandato, dándole un apodo burlón: "Ron DeSanctimonious". Pero fue más allá. De una manera más amenazadora, Trump advirtió a un puñado de reporteros a bordo de su avión privado el lunes por la noche, después de un mitin en Ohio, que revelaría cosas que no son "halagadoras" sobre DeSantis, si se presenta a la carrera presidencial.
Sin embargo, gran parte de los próximos meses no todo está bajo el control de Trump. Está pendiente si será acusado en alguna de las investigaciones estatales o federales que actualmente investigan su conducta en relación con las elecciones de 2020, o con su posesión de cientos de documentos clasificados que tenía en su club privado.

jueves, 3 de noviembre de 2022

El dinero y el miedo: cómo los latinos se están volviendo republicanos

 


“¿A todos se les ocurrió venir ahora? ¿A los haitianos? ¿A los venezolanos? Es que ya son demasiados”.
La queja de Rosi González sobre la inmigración es ubicua en el Valle del Río Grande, una región de Texas colindante con México donde más del 90% de sus 1,4 millones de habitantes habla español y tiene algún vínculo de sangre con el país vecino, informa la BBC.
Sus antepasados también cruzaron la frontera hacia el norte, pero esta trabajadora doméstica niega que por ello su postura ante los indocumentados sea incoherente, menos aún hipócrita.
“En todas partes hay reglas, ¿no? ¿Qué quieren, las puertas abiertas? Nuestros abuelos, nuestros padres vinieron por la vía legal, siguiendo las normas. ¿Por qué ellos no? Llegan aquí a aprovecharse, porque para ellos todo es gratis”.
Así de tajante contesta a la salida del centro de votación anticipada de Edinburg, una de las pequeñas ciudades que salpican la región, contribuyendo a un paisaje en el que contrastan los ranchos centenarios y los centros comerciales de reciente construcción.
Acaba de votar con antelación para las elecciones de medio mandato del 8 de noviembre, cruciales para el rumbo que tomará el país ya que se redefine el control de los partidos Republicano y Demócrata en el Congreso. Tras años de abrazar a los demócratas, se ha inclinado, por segunda vez, por el Partido Republicano.
Y casos como el suyo son cada vez menos la excepción en esta zona que lleva más de un siglo siendo bastión azul.
Mientras el apoyo a los demócratas fue sólido en las presidenciales de 2012 y 2016, en 2020 Joe Biden se impuso a Donald Trump por un margen mucho más apretado. 
Ello ocurrió porque en 2020 Trump dio la vuelta al condado rural de Zapata y redujo el margen de las victorias demócratas en los cuatro condados del Valle y otras ciudades fronterizas.
Y el pasado junio el sur de Texas envió al Congreso de Estados Unidos su primera representante republicana.
Las ganancias más recientes para los republicanos son “el resultado de la combinación de una dura retórica antiinmigración y de crisis fronteriza que empezó Trump con un acertado reclutamiento de candidatas y un mensaje que apela a los valores conservadores”, señala Álvaro J. Corral, profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Texas Valle del Río Grande.
Y de “todo el dinero oscuro” que los republicanos han invertido en la zona, apunta Richard Gonzalez, presidente ejecutivo del Partido Demócrata en el condado de Hidalgo, el más poblado de los cuatro que conforman el Valle.
Se refiere a los “millones de dólares” provenientes de donantes de distintas partes del país y destinados a propaganda, mientras ellos, los demócratas de Hidalgo, apenas reciben nada de las arcas nacionales del partido.
Nadie encarna mejor todo lo anterior que Mayra Flores, la republicana de 36 años que en junio llegó de Brownsville a Washington a ocupar en la Cámara de Representantes el escaño correspondiente al distrito 34 de Texas.
Había quedado vacante en marzo cuando el demócrata que lo ostentaba se fue a una firma de cabildeo y Flores lo conquistó en una elección especial, y fugaz, caracterizada por la baja participación, en la que solo votaron 28.990 personas.
Técnica en cuidados respiratorios de profesión, ha ocupado el curul desde entonces, y ahora se presenta a la reelección para un mandato completo con una campaña que conjuga los mismos elementos que cuatro meses atrás le garantizaron la victoria. Aunque los expertos le auguran menos suerte, ya que se enfrenta esta vez a un reconocido demócrata.
“La inmigración ilegal fomenta y financia el tráfico de personas y niños. Yo inmigré legalmente a Estados Unidos cuando tenía seis años”, es una de sus frases más recurrentes.
Nacida en México, en el municipio de Burgos, Tamaulipas, llegó a EE. UU. de forma legal, tal como aclara cada vez que se refiere al tema.
Sus primeros años no difieren mucho de los de millones de mexicanos que buscan en el norte una vida mejor: trabajó junto a sus padres en la recogida de algodón en los campos de Memphis, Texas.
El pastor James Ramírez, de la iglesia evangélica City Church de Harlingen, cree que Mayra Flores ganará porque es “raza” y los votantes se identifican con ella.
A ellos les debe “el más grande regalo, el de convertirse en una orgullosa ciudadana de Estados Unidos”, cuenta su biografía oficial, la posibilidad de cumplir su "sueño americano".
“Vivir en el sur de Texas ofrece una perspectiva única sobre la inmigración ilegal y cómo afecta al sustento de los ciudadanos estadounidenses. Debemos asegurar nuestra frontera para mantener fuera a los individuos malos y fomentar la inmigración legal”, defiende ahora.
De acuerdo con las autoridades electorales, la candidata invirtió más de un millón de dólares en anuncios de campaña por televisión, un medio con mucha penetración en la zona. Mientras, el demócrata Dan Sánchez, su oponente en junio, solo logró reunir US$200.000.
Con recursos similares han contado otras dos latinas republicanas del Valle del Río Grande que compiten por cargos legislativos: Mónica de la Cruz, quien busca hacerse con el escaño correspondiente al distrito 15 de Texas (McAllen) y Cassy, quien pelea por el del distrito 28 del estado (Laredo).
Los propios republicanos García las llaman “la triple amenaza” porque las suyas, se prevé, serán las contiendas más reñidas en el estado en estas elecciones.
Comparten agenda y asesores, han realizado mítines de campaña y eventos de recaudación de fondos juntas y han salido a tocar las puertas de sus vecindarios.
Y para quien visite el Valle del Río Grande, se hace obvio que sus mensajes están calando en parte de la población.
— Los migrantes ya son demasiados. Este año han roto todos los récords.
Así comienza la conversación con Myriam Gonzalez, la conductora de Uber nacida en Reynosa, México, y que lleva dos décadas viviendo en McAllen, mientras me lleva a un parque desde el que se puede acercar a escasos metros del muro de Trump.
— ¿Pero en qué les afectan exactamente a los residentes ese cruce sin precedentes de indocumentados?
— Personalmente no me afecta, y tampoco creo que vengan a quitarnos empleo. Hacen trabajos que generalmente los ciudadanos estadounidenses no quieren hacer.
— ¿Entonces?
— Afectan al país en general. Nuestros impuestos van a ellos. Es cuestión de prioridades. Y en ese sentido, otra cosa que hay que valorar es cuánto dinero se destina a otras guerras, a otros países, y cuánto se invierte aquí, en Estados Unidos, donde hay niños que se mueren de hambre.
El mal estado de la economía es otro tema ubicuo.
El comentario sobre el estado de la economía y “lo poco que Biden ha hecho al respecto” es también ubicuo en esta región de clase trabajadora, donde siguen existiendo focos de profunda pobreza.
Más adelante John, un californiano que perdió su trabajo en el sector metalúrgico y se mudó hace dos décadas al Valle del Río Grande siguiendo a su esposa, ahonda en el mismo argumento sin contrastar: “Los inmigrantes saturan los servicios de salud, las ayudas para la alimentación, el transporte, afectan el tejido en general”.
Tampoco falta quien menciona el aumento de la violencia como posible consecuencia de la inmigración, citando un par de balaceras registradas en la zona de bares de McAllen, a pesar de que las encuestas más recientes revelan una disminución de la criminalidad.
Los republicanos “están usando la táctica del miedo, pero no es eso lo que nosotros sentimos en nuestras colonias”, le dice a BBC Mundo Martha Sánchez, representante de la Unión de Campesinos. la poderosa organización sindical que ha decidido apoyar a Michelle Vallejo, la demócrata progresista que se bate en las urnas con la conservadora Mónica de la Cruz.
“Nosotros conocemos la realidad de nuestras colonias, nuestras ciudades. Tenemos que platicar con nuestra gente sobre estas tácticas y no dejar que la TV nos convenza de mentiras”, zanja.
Pero por mucho que le pese, dice entender por qué el mensaje, “aunque sea el equivocado”, está calando en ciertos sectores.
“Aquí hemos sido demócratas por generaciones, durante décadas esto ha sido una máquina que funciona sola y no ha habido inversión, ninguna iniciativa organizando”, explica.
No es la única que apunta a que el Partido Demócrata se ha “dormido en los laureles” en la región, dando por sentado el voto de la mayoría latina.
Richard Gonzalez, el presidente executivo de los demócratas en el condado de Hidalgo, también lo reconoce en parte.
“El cambio de color en el voto es una consecuencia del mensaje que empezó con Trump: a los demócratas nos pintan como unos ultraliberales que queremos las fronteras abiertas, retirarle los fondos a la policía, que damos limosnas a diestro y siniestro, que queremos quitarle a la gente sus armas”.
“Los medios a nivel nacional se han hecho eco de ese discurso republicano, y creo que mi partido no ha hecho lo suficiente para contrarrestar ese mensaje”, concluye quien ocupa el cargo ad honorem desde junio y lo compagina con su trabajo de abogado.
En medio de esa falta de voz demócrata, los republicanos han aprovechado para dirigir otro mensaje a sus potenciales votantes en el Valle del Río Grande, y parece estar teniendo tanto eco o más que el referente a la inmigración.
“Somos proDios, provida, profamilia, trabajamos duro. Ese es nuestro ADN, somos conservadores, y esos valores se alinean mejor con el Partido Republicano”, han repetido incansables De la Cruz, Flores y García.
“Es que el latino es inherentemente conservador”, le dice a BBC Mundo Hilda Garza-DeShazo, la secretaria del Partido Republicano en el condado de Hidalgo, en su sede de McAllen.
“Los hispanos aquí han sido mayoritariamente demócratas, pero un demócrata del sur de Texas no es como un demócrata de Nueva York, ni como uno de Austin, aquí los demócratas siempre han sido más conservadores que progresistas: su centro siempre ha sido la fe, la familia, el trabajo”, explica.
“Así que están hartos de la locura woke, no les gusta la defensa del derecho al aborto, no están de acuerdo con el cambio de sexo o como quiera que se le llame (reafirmación de género). No son ellos los que han dejado al Partido Demócrata, sienten que es el partido el que los ha abandonado”.
No solo los voluntarios republicanos trabajan en amplificar ese mensaje, las iglesias también funcionan como caja de resonancia.
El ejemplo más claro es quizá la evangélica City Church de Harlingen, una localidad ubicada en el distrito electoral por el que pelea Flores.
Su pastor, Luis Cabrera, se dice el “consejero espiritual” de la nuevamente aspirante a congresista. Se conocieron hace dos años y medio en los eventos a favor de Trump y conectaron.
Tras las elecciones presidenciales del 2020, Flores se le acercó, le habló de sus planes de cara a legislatura y le pidió prestado para su campaña un lema que él había inventado, Make America Godly Again (“Volvamos a Estados Unidos piadoso de nuevo”, un juego de palabras con el Make America Great Again de Trump).
Y, generoso, le ofreció organizar la acción desde su iglesia, a la que acude una feligresía —según sus cálculos— en un 96% latina y 100% republicana.
“Mayra es congresista pero sobre todo es una embajadora de Cristo. Está aquí para representar el reino de Dios. Es una latina que ama a Dios, a su familia y a su país y que está poniendo sus valores y su moral por delante”, explica, y repite después la retórica en torno al conservadurismo y en contra de la inmigración.

miércoles, 2 de noviembre de 2022

Wall Street, Biden y el alza en los precios de la gasolina: el verdadero culpable


Cuando uno se enfrenta a al precio de la gasolina, que en medio de las alzas y bajas denota un aumento considerable con relación a los últimos años, los de la pandemia y el gobierno de Trump, la reacción más inmediata es culpar al gobierno, y en especial al presidente demócrata Joe Biden. Sin embargo, las causas reales de tales aumentos son mucho más complejas, según demuestra un análisis publicado en Politico.
En cuanto a los precios del combustible, en sus primeros 21 meses de mandato el gobierno de Biden ha aprobado nuevos pozos de petróleo y gas a un ritmo mucho más rápido que durante la administración Trump, un hecho que socava los argumentos republicanos del año electoral sobre las causas de los altos precios de la gasolina de este año.
Estados Unidos también ha producido más petróleo crudo desde la toma de posesión de Biden que durante el período equivalente de la presidencia del expresidente Donald Trump, según muestra una revisión de Politico de los datos federales de energía.
El aumento del petróleo de la era Biden se produjo a pesar de sus promesas de alejar a la nación de los combustibles fósiles para combatir el cambio climático, así como de sus esfuerzos fallidos para poner fin a las nuevas perforaciones de petróleo y gas en tierras y aguas federales. 
Sin embargo, ello no ha librado a Biden de recibir un ataque político por los precios de la gasolina, que alcanzaron un máximo histórico en junio y siguen siendo un importante tema de campaña para las elecciones de mitad de período de la próxima semana.
La dinámica ofrece otro recordatorio del poco poder que tiene cualquier presidente para influir en los giros de los mercados energéticos.
Los demócratas han culpado del aumento del precio de la gasolina a la invasión rusa de Ucrania, los recortes de producción de la OPEP, los efectos persistentes de la cadena de suministro económico de la pandemia y el aumento de precios por parte de las compañías petroleras, algunas de las cuales reportaron ganancias trimestrales récord la semana pasada.
El lunes, Biden acusó a la industria petrolera de “lucrar con la guerra” y amenazó con exigir impuestos más rígidos sobre las ganancias de las empresas.
Pese a todo esto —o quizá como consecuencia de ello— a lo largo del año no ha cesado un mensaje consistente por parte de los republicanos: Biden ha perjudicado  a los automovilistas, a la hora de pagar en las gasolineras por el precio del combustible, al cerrar la producción de petróleo y gas de EE. UU.
“La agenda antienergética de Joe Biden ha destruido la independencia energética estadounidense”, tuitearon los republicanos de la Cámara la semana pasada como parte de una cascada de mensajes republicanos similares transmitidos en las redes sociales y apariciones en televisión en el período previo a las elecciones.
Sin embargo, un análisis de los datos federales de energía muestra una historia diferente.
Desde enero de 2021 hasta fines de septiembre, el Departamento del Interior de Biden aprobó un 74 por ciento más de permisos de pozos para la producción de petróleo y gas natural que la agencia durante el período comparable del mandato de Trump, según cifras de la Oficina de Administración de Tierras de EE. UU.
Mientras tanto, la producción de gas natural de EE. UU. ha alcanzado niveles récord y se espera que la producción de petróleo alcance un máximo histórico el próximo año. Incluso con la caída de la industria petrolera durante la pandemia, EE. UU. produjo más del 15 por ciento adicional de petróleo durante los primeros 20 meses de Biden que durante el mismo período bajo Trump, según el análisis de cifras de Politico de la Administración de Información Energética.
En total, EE. UU. sigue siendo el principal productor de petróleo y gas natural del mundo, como lo había sido bajo Trump, así como el mayor exportador de gas natural, gasolina y otros combustibles para el transporte.
Sin embargo, esos números vienen con algunas advertencias. El aumento de la producción de petróleo, por ejemplo, se debe en su totalidad a la perforación en terrenos privados y estatales, que en gran medida está fuera del control de la administración. La producción de petróleo de tierras y aguas federales, casi una cuarta parte del total de EE. UU., prácticamente no ha cambiado desde que Biden asumió el cargo, cayendo menos del 0,3 por ciento.
Y la producción de petróleo de EE. UU. todavía está por debajo del máximo histórico que alcanzó bajo Trump, cuando se logró un máximo de 13 millones de barriles por día antes del comienzo de la pandemia. Ese pico fue la culminación de un auge petrolero que comenzó durante la presidencia de George W. Bush y se extendió a los años de mandato de Barack Obama, excepto por una quiebra de la industria de un año que comenzó en el verano de 2015.
La industria ahora se está recuperando de una recesión masiva provocada por el colapso de la demanda de combustible durante los cierres causados por la pandemia, un entorno comercial que, según algunos funcionarios de la industria, empeoró por el fracaso de la administración Trump para persuadir a más personas para que se vacunaran a fin de lograr un mayor control sobre la expansión del virus.
Cualquier vacilación persistente para producir más petróleo se deriva de la propia incapacidad de la industria a vencer la resistencia de sus prestamistas de Wall Street para volver a los niveles de gasto anteriores a la pandemia, dijeron analistas del mercado, no de la política del gobierno.
Los republicanos tienen razón en que Biden ha hecho de la transición que busca alejarse de los combustibles fósiles una de sus principales medidas políticas, y de que prometió durante la campaña de 2020 que detendría nuevas perforaciones de petróleo y gas en territorio federal. Así como que su Departamento del Interior congeló las ventas de nuevos arrendamientos durante aproximadamente un año, hasta que un tribunal federal ordenó que se reanudaran.
En total, la administración Biden ha realizado solo una venta de arrendamiento de petróleo y gas en el Golfo de México y una ronda de ventas de arrendamiento de petróleo en tierra en siete estados en junio. En comparación, la administración Trump realizó cuatro ventas de arrendamiento en el extranjero junto con ventas de arrendamiento en tierra trimestrales en varios estados durante sus primeros 21 meses.
La pausa de Biden será principalmente un problema en los cronogramas de perforación para las empresas que operan en tierras federales. El Departamento del Interior ahora está en el proceso de programar nuevas ventas de arrendamiento de petróleo para cumplir con las disposiciones del proyecto de ley climático recientemente aprobado por los demócratas.
Al mismo tiempo, la Casa Blanca ha dado un giro retórico en medio del aumento de los precios del petróleo del año pasado, que comenzó en el otoño de 2021 y se aceleró después de que Rusia invadiera Ucrania en febrero. Además de pedir a las compañías petroleras que vuelvan a poner en funcionamiento sus plataformas, Biden ha abierto la reserva de petróleo crudo de la nación, la Reserva Estratégica de Petróleo, empujando más de 200 millones de barriles al mercado desde diciembre.
Al anunciar el último comunicado sobre petróleo el mes pasado, Biden rechazó las acusaciones de que su administración había ralentizado la producción de petróleo.
“Todo lo contrario”, dijo a los periodistas durante una conferencia de prensa. “Estamos produciendo 12 millones de barriles de petróleo por día y para finales de este año estaremos produciendo un millón de barriles por día más que el día en que asumí. De hecho, estamos en camino de lograr una producción récord de petróleo en 2023”.
La industria petrolera reconoce que la administración Biden ha emitido más permisos de petróleo y gas que la administración Trump inicial. Pero el Instituto Americano del Petróleo, la principal asociación comercial de la industria, atribuye ese aumento al impulso generado durante la era Trump, cambios específicos que la administración Trump hizo en el proceso de revisión de la Oficina de Administración de Tierras.
La administración de Biden también heredó una gran cantidad de solicitudes de permisos presentadas en los últimos meses antes de que Trump dejara el cargo. Las compañías petroleras hicieron lo que creían que era un último esfuerzo para obtener permisos aprobados antes de la toma de posesión de Biden, quien había hecho campaña con la promesa de “prohibir nuevos permisos de petróleo y gas en tierras y aguas públicas”.
Los números muestran que Biden no cumplió con su promesa de campaña, aunque todavía está recibiendo la culpa política por haberlo hecho.
La administración Biden ha tenido una relación tensa con la industria petrolera, incluso si no ha llegado tan lejos como quisieran muchos grupos ambientalistas. 
En su primer día en el cargo, Biden eliminó el oleoducto Keystone XL propuesto, que habría llevado petróleo canadiense a la costa del Golfo. Por otro lado, la administración no se ha puesto del lado de los activistas verdes en casos legales que buscan bloquear otros oleoductos importantes o el proyecto de perforación de petróleo Willow propuesto por ConocoPhillips en Alaska.
Los analistas del mercado petrolero están en gran parte de acuerdo en que pocas decisiones políticas que surgen de una administración —ya sea de Biden o de otra índole— tienen un impacto más que marginal en la producción de petróleo y gas de EE. UU. a corto plazo. Los factores más importantes son el precio del petróleo y las simples leyes de la oferta y la demanda, dijeron.
“En la actualidad, ninguna política específica de EE. UU. está obstaculizando significativamente la producción de EE. UU.”, dijo en un correo electrónico Reed Olmstead, director ejecutivo de investigación de la firma de analistas de mercado S&P Global Commodity Insights.
Las publicaciones de Biden de la Reserva Estratégica de Petróleo “no afectaron lo suficiente a los mercados nacionales como para causar una caída en la actividad/crecimiento”, escribió Olmstead, y agregó que el recorte de producción más reciente de la OPEP “solo sirvió para apuntalar los precios, que ya eran más que suficientes para sostener la industria funcionando a plena capacidad”.
En lugar de Biden, la verdadera causa de los problemas de los estadounidenses en la bomba de combustible radica en la relación de la industria petrolera con Wall Street, señalan los analistas.
La industria, que durante años consumió capital, acumuló deudas y tuvo poca competencia directa con sus principales productos, ahora enfrenta inversionistas que ya no están dispuestos a entregar dinero, dijo Philip Verleger, director de la consultora económica PKVerleger y miembro principal en el grupo de expertos del Centro Niskanen. Agregó que esos inversionistas ven el petróleo como un “negocio en declive”, que consideran que los vehículos eléctricos y los proyectos de energía renovable son un riesgo significativo para el crecimiento de la industria.
“Wall Street no está escuchando a la Casa Blanca”, continuó Verleger. “Decir que si la Casa Blanca simplemente alentara la perforación de petróleo y gas, todo este dinero de los inversores saldría adelante es pura… Estoy tratando de pensar en otro adjetivo en lugar de ‘mierda’”.
Los datos de ganancias de la compañía muestran que, incluso con los precios de la gasolina que alcanzaron un máximo nominal a principios de este año, y las exhortaciones de Biden y la secretaria del Departamento de Energía, Jennifer Granholm, para producir más, la industria en su conjunto no planea acelerar a corto plazo.
“Esperamos que la adherencia a la disciplina de capital siga siendo fuerte, con la mayoría de la industria comprometiéndose a un crecimiento bajo o nulo en 2023 y un enfoque continuo en los rendimientos de los accionistas”, dijeron los analistas del banco de inversión Morgan Stanley a un cliente.