domingo, 28 de junio de 2009

Anestesia local, pistola en mano



El 17 de noviembre de 2005, en el acto por el aniversario 60 de su ingreso en la Universidad de La Habana, Fidel Castro pronuncia lo que considero su discurso más importante del pasado año y uno de los más significativos sobre el futuro del régimen. En medio de una intervención cargada de referencias políticas, históricas y hasta filosóficas, confesiones personales y recuerdos lanza una pregunta: “¿Creen ustedes que este proceso revolucionario, socialista, puede o no derrumbarse? Luego otra y otra: ¿Lo han pensado alguna vez? ¿Lo pensaron en profundidad?”.
No son interrogantes que usa como un simple recurso de oratoria. Poco importan aquí las exclamaciones de “¡No!” de la concurrencia. Está advirtiendo a quienes le rodean: “Este país puede destruirse por sí mismo; esta Revolución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos [Estados Unidos]; nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra”.
Volverá a esta idea explicando lo que para él son los aspectos objetivos y subjetivos capaces de posibilitar el derrumbe del sistema que ha creado. “Les hice una pregunta, compañeros estudiantes, que no he olvidado, ni mucho menos, y pretendo que ustedes no la olviden nunca…”.
Aunque todo el tiempo estará brindando respuestas, no deja fuera la duda: “Cuando los que fueron los primeros, los veteranos, vayan desapareciendo y dando lugar a nuevas generaciones de líderes, ¿qué hacer y cómo hacerlo? Si nosotros, al fin y al cabo, hemos sido testigos de muchos errores, y ni cuenta nos dimos”.
Tratar de evitar nuevos “errores”. Así quiere definir las medidas que está tomando. En un momento en que Latinoamérica ha dado un giro rotundo hacia la izquierda, que la situación económica de su gobierno ha mejorado, cuando parece recuperado de una peligrosa caída y desafiante a los pronósticos médicos adversos el Comandante en Jefe se muestra más desconfiado que nunca.
Ante todo, una desconfianza hacia quienes le rodean. Habla de la caída, la operación posterior. El hecho conocido de que sólo permitió anestesia local durante la intervención quirúrgica. Reconoce que siempre dispone de una Browning de 15 disparos. Confiesa: “He disparado mucho en mi vida”. Después agrega: “Lo primero que quise ver fue si mi brazo tenía fuerza para manejar esa arma que yo siempre usé. Esa está al lado de uno, usted la tiene”. La capacidad del Jefe de Estado, la astucia del gángster, los reflejos del guerrillero.
¿Por qué esa premura en saber si puede disparar? No por una amenaza externa. En todo el discurso no se menciona una sola vez el peligro de una invasión, la “agresión imperialista” o la posibilidad de una guerra: la isla ha alcanzado la “invulnerabilidad militar”. Invulnerable, pero no indestructible. Queda bien claro. La amenaza viene de adentro.
La primera amenaza es el propio ser humano: “El hombre es un ser lleno de instintos, de egoísmos, […] el instinto de supervivencia es uno de ellos”. ¿Pero no es el apuro por agarrar la pistola la muestra de un instinto de supervivencia? ¿Dónde están las señales de alarma? No para quien considera que sobrevivir es asegurar la continuación de la revolución. Hay que estar de acuerdo a su lado, pero no es suficiente. El peligro está en todas partes. Para él y para quienes lo rodean. No le garantiza la vida a nadie. A todos los deja sin alternativas. El es la revolución. ¿Y después?
Castro pretende minimizar la idea de su muerte, aunque durante toda la intervención se coloca en una jerarquía superior, que le permite achacarle a otros —economistas, administradores, ministros— los errores cometidos. Poco cuenta a estas alturas repetir un recurso utilizado una y mil veces. Destaca en cambio lo que considera importante. Lo que no hay que olvidar nunca: él es el patrón moral del país, el hacedor del destino nacional. Y un creador nunca está tranquilo. Una vez más, hay que reinventar la revolución. No se excluye de los errores. De lo que se excluye es de las consecuencias por haber cometido errores. Queda para los economistas el no percatarse de lo incosteable de las zafras azucareras. Son los ministros los que han sido deficientes “y bastante deficientes”. Es en los poderes populares donde el “desastre es universal, el caos”. La ineficacia, la falta de interés y el descontrol son algunos de los factores subjetivos que pueden acabar con la revolución. Pero no los únicos ni los más importantes. Está el problema de la corrupción, explicación siempre a mano, que oculta deficiencias, críticas y causas políticas.
La corrupción ante el poder
Durante el llamado “Período Especial”, el gobierno tiene que permitir ciertas parcelas de gestión económica, que funcionan con una relativa independencia estatal, ya sean privadas o autónomas. Lo hace obligado por una necesidad económica, pero también política. Se ha enfatizado —quizá demasiado— en los factores económicos. El sentimiento político de buscar una apertura —latente en la población y a punto de estallar— encuentra tres posibles salidas: la inmigración (Crisis de los Balseros), la disidencia y la posibilidad de ganarse la vida sin recurrir al Estado. De enriquecerse o al menos situarse por encima del resto de los ciudadanos. Una gestión económica que se desvía del patrón establecido hasta entonces, debido a las circunstancias del momento, y que enmascara la falta de libertad con una ilusión de independencia.
La apertura económica —adoptada a regañadientes según confesión repetida del gobernante— brindó no sólo dividendos monetarios. También una ganancia política fundamental: convirtió a las limitaciones de una sociedad cerrada en una fuente de enriquecimiento para algunos. Un “enriquecimiento” que sirvió para desviar la atención hacia problemas sociales más profundos. La falta o abundancia de artículos de consumo como parte de una operación de distracción: “resolver” en vez de hablar mal del gobierno, especular en lugar de oponerse. No importó entonces que el egoísmo llevara a la corrupción. La misma que ahora Castro hace eje de su campaña, porque se ha fortalecido en otros frentes y al mismo tiempo siente la necesidad de cambiar su táctica de ataque: la campaña contra la corrupción es el nuevo plan que le permite alejar la atención ciudadana —y de quienes le rodean— de otros factores fundamentales de la crisis nacional, así como reforzar el miedo en todos los niveles del Gobierno.
Con la inmigración controlada gracias a un acuerdo con el enemigo (que brinda beneficios mutuos, los cuales garantizan su permanencia) y la actividad disidente reducida a niveles mínimos, el mandatario ha decidido ampliar su lucha contra los que considera corruptos. No hay que olvidar que antes de las detenciones masivas de los opositores pacíficos del Grupo de los 75, en la primavera de 2003, se había acentuado la persecución de quienes realizaban actividades económicas al margen del orden establecido. Ahora son los funcionarios gubernamentales quienes están en la mirilla, porque éstos constituyen lo que podría llamarse la “disidencia oculta”, los cientos o miles de funcionarios menores —y algunos no tan menores— que desde hace años desean un cambio.
Si el temor o una supuesta falta de egoísmo generan la incompetencia, y por el contrario el egoísta es corrupto y antisocial, ¿en dónde radica la solución del problema? Castro dice que en la educación y la ética. Pero también en la economía. Vuelve una y otra vez sobre las deficiencias y los gastos de combustible que causan los camiones, ventiladores y otros artículos de la época de los subsidios soviéticos. Promete que durante este año se producirá un reemplazo paulatino de estos equipos y un aumento en los niveles de abastecimiento de alimentos.
De sus palabras se desprende que la solución que impedirá el derrumbe del modelo socialista cubano se fundamenta tanto en modernas tecnologías (factores objetivos) como en la existencia de una población joven, culta y educada, con una formación ética a prueba de tentaciones, así como el establecimiento de controles y la creación de una conciencia ciudadana que valore los costos y el valor monetario (factores subjetivos). “El dinero es sagrado”, dice el Comandante.
Está por verse el desarrollo económico. Menos seguras aún son las soluciones que propone para eliminar esos factores subjetivos que han puesto en peligro su modelo revolucionario. El sustituir a los empleados de las gasolineras por trabajadores sociales significa sólo un cambio de personal, que no garantiza nada. Dentro de unos meses —o en estos momentos— quienes despachan las bombas de combustible comenzarán las mismas actividades ilegales de sus antecesores. Lo único que impide que un “pistero” se enriquezca es que la gasolina se venda a todo el mundo de acuerdo a los precios de mercado. La escasez y el racionamiento son los factores que posibilitan la especulación y el contrabando. Pero una abundancia sin restricciones no forma parte de las aspiraciones del régimen. Por eso, aunque en su lucha contra la corrupción Castro está empleado el dinero además de sus dos armas tradicionales —la represión y el control—, lo hace con el objetivo de convertir a Cuba en un ejemplo ante el mundo: la nación que más gasta en ahorrar.
¿Vale la pena la discusión sobre la corrupción, enfatizar que ésta se genera en las altas esferas del gobierno y que al final lo que impera en la isla es una lucha por la supervivencia? A todos los niveles. ¿No es la confesión de agarrar la pistola casi de inmediato la clave del discurso? No hay que desviar la vista de un hombre con una pistola. No importa lo que diga. Lo que cuenta es el arma.
Mostrar interés por el futuro, hacerle creer a los seguidores que se preocupa por la continuación del proceso cuando él ya no esté. Distraer a todos —en la isla y en el exilio y el resto del mundo— de la urgencia por mantener la pistola al alcance de una mano que sepa responder a tiempo y con precisión. Desde la llegada de George W. Bush al poder, Washington aparenta jugarse la partida a esa carta: organizar la transición. Con este discurso, Castro también entra en el juego y se sienta a esperar que alguien a su alrededor apueste: discutir el futuro, caer en la trampa del Comandante.
¿Cómo lograr ser la única garantía de supervivencia hasta el presente y al mismo tiempo convencer a otros de que hay un futuro? Inventar, reinventarse todos los días, pero sin confiar en nadie. La mano del Comandante que toma la pistola: “Moví el peine, la cargué, le puse el seguro, se lo quité, le saqué el peine, le saqué la bala, y dije: Tranquilo… Me sentía con fuerzas para disparar”. El resto sólo es apuntar con cuidado.
Coda: todo para perder
La pregunta de si el proceso revolucionario cubano pudiera derrumbarse tiene una respuesta —calificada por algunos ilusos de “inusitada”— en la intervención del ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Pérez Roque, durante el VI período ordinario de sesiones de la VI Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular.
Tonto pensar que no se trata de un movimiento acordado por el propio mandatario. Pero algo en el documento llama la atención. Pese a la pobre oratoria y al cuidado de no apartarse de lo expresado por el Comandante en Jefe, lo interesante de los planteamientos del Canciller es que el enfoque de éste difiere en perspectiva. Si Castro habla desde un presente eterno, Pérez Roque piensa en el futuro. Para el gobernante todo se reduce a una cuestión táctica. El ministro lo ve en términos de estrategia. Sólo que la táctica de Castro es en realidad su estrategia de supervivencia y las aspiraciones de Pérez Roque terminan —van a ser eliminadas en el momento oportuno— cuando pone en evidencia que él ha comenzado a ver más allá de ese movimiento elemental definido por el mecanismo innato de conservar el poder. ¿O no forma todo parte del mismo juego: poner a hablar del futuro al menos apto?
Quien ejerce el mando sólo busca cambios que mantengan el statu quo. El que evidentemente aspira al cetro sabe que los cambios serán inevitables. El gobernante a punto de cumplir 80 años utiliza a los jóvenes en un simulacro de “revolución cultural”, para atemorizar a quienes lo rodean. El otro sabe que en los jóvenes está la clave del problema. El primero le habló a los jóvenes estudiantes. El segundo habla en representación de los jóvenes. Uno habla de la muerte, pero está convencido de que aún le quedan muchos años por delante. Otro no se atreve a mencionarla: “no son [estos días] para evocar noticias tristes, ni temas a los que se rechaza nada más de pensar en ellos”.
Las palabras plañideras del cortesano lo denuncian: vislumbra la muerte del gobernante, la teme y la desea y se atreve a proponer un futuro sin Castro. ¿Cae en la trampa impulsado por su ambición, repite la impresión que causó al abalanzarse al podio cuando el desmayo del mandatario, o de nuevo cumple órdenes? El Pérez Roque de siempre: no es posible tanta osadía sin una autorización expresa.
El ministro ha hecho de la repetición un hábito. No le basta con volver a lo expresado por el gobernante: la isla ha alcanzado la “invulnerabilidad militar”. Afirma que se alcanzará la “invulnerabilidad económica”, pero no está tan seguro respecto a la “invulnerabilidad ideológica y política”. Ya aquí no hay repetición sino duda. Al decir esto comete el primer error de muchos. No sólo lo han colocado en la posición de ser una caja de resonancia, le han dado también cuerda para que se arriesgue a una nota disonante.
Si es necesario reinventar la revolución, la tarea no puede quedar en manos de los “veteranos”, cuyos errores ahora está pagando la población. Castro dice apostar a los jóvenes, ejemplificados en los trabajadores sociales. Pérez Roque rebate ese argumento. Quienes eran niños al inicio del “Período Especial” y los que en los últimos diez años han llegado a la adolescencia —aproximadamente dos millones y medio de la población nacional— tienen “más información y más expectativas de consumo que los jóvenes que al principio de la Revolución fueron a alfabetizar”, no se dejan conquistar por “el mismo discurso de siempre, que si la salud y la educación”, muchos pertenecen al grupo de gente que se “hace ilusiones con el capitalismo”. Nada más peligroso para un fonógrafo que creerse cantante.
El ministro teme que la “invulnerabilidad ideológica” se pierda “cuando no exista la voz que llame cuando los demás no se dieron cuenta” y propone salvar el Estado, porque si éste no se salva no se salva él. Quiere una legitimidad basada en la autoridad. Invierte los términos propios de un Estado de derecho, donde la legitimidad es la que otorga autoridad y apela a que los dirigentes sean honestos y no tengan privilegios. Llama al apoyo popular sobre la base de ideas y convicciones y pide predicar con el ejemplo. Propone impedir a toda costa el surgimiento de una nueva burguesía.
La estrategia del Canciller no se sostiene. Heinz Dieterich, en Rebelión, la hace pedazos: “Apelar a la disciplina revolucionaria y los valores éticos en las actuales circunstancias de Cuba, tener que ser como Fidel o el Ché, no cambiará el panorama general de la situación, porque las condiciones objetivas no sostienen ese discurso”. Y en otro párrafo: “la propiedad estatal es percibida por muchos como una propiedad ajena o anónima, que se puede privatizar a través del robo. Mientras esto sea así, será difícil acabar con la corrupción y el robo, como muestra el ejemplo de China”. Esto lo escribe un intelectual favorable al gobernante cubano y un ideólogo cercano al presidente venezolano Hugo Chávez. Si la izquierda tradicional rechaza el discurso del ministro, ¿qué futuro le espera a éste? Porque desde hace años esta misma izquierda puede no estar de acuerdo con las acciones o los postulados de Castro—las palabras de Dieterich son también una impugnación al discurso del gobernante—, pero se siente obligada a no rechazar su figura.
Pérez Roque convertido en una caja de resonancia desafinada, a la espera de la patada que lo quite del medio. Fue advertido a tiempo, cuando al ser nombrado ministro de Relaciones Exteriores dijo que lo único que él realmente conocía era la forma de pensar de Castro. En aquel entonces, el escritor Norberto Fuentes destacó que la afirmación era falsa. “Si realmente conoce la mentalidad de Fidel Castro, lo primero que hace es pedir asilo en el próximo país que visite”. Hay una enorme distancia entre conocer el pensamiento íntimo de Castro y obedecer a pies juntillas todo lo que el gobernante manda a decir: ¿Cuántos han sobrevivido a sus dictados? Una distancia enorme, que se mide con un paso al vacío.
Este artículo apareció originalmente en Encuentro en la Red, el 17 de enero de 2006.

miércoles, 4 de febrero de 2009

La guerra de las encuestas


Durante más de cuatro décadas, el exilio de Miami, sus líderes y detractores han recurrido a tres formas de participación democrática para hacer valer sus puntos de vista: las marchas, los votos y las encuestas. Ninguna de las tres ha estado libre de controversia.
Cada vez que se realiza una marcha hay un desacuerdo total sobre el número de participantes y la forma de contarlos. Los resultados electorales se han visto opacados en varios casos por acusaciones de fraude y más de un funcionario electo —más de una docena es más apropiado decir— han terminado en la cárcel por corrupción, luego de ganar en las urnas gracias a sus posiciones demagógicas sobre el problema cubano. Pero han sido las encuestas las que más han irritado a los miembros de la llamada "línea dura", pues el resultado de estos sondeos ha mostrado sistemáticamente un declive en la popularidad de sus puntos de vista.
Las encuestas —todas las encuestas— son instrumentos que intentan medir la opinión, pero cuyos resultados no son infalibles. Eso todo el mundo lo sabe. No obstante ello, hay en este país una fascinación absoluta por el dato estadístico. Los sondeos se repiten —en época electoral semana tras semana— y los datos obtenidos aparecen en la prensa. La encuesta es, además de un instrumento científico —o seudocientífico para algunos por su imprecisión—, un arma de propaganda.
No es extraño que una encuesta apoye los puntos de vista de quienes la pagan. Igual ocurre con muchas investigaciones científicas. Los productores de naranja, por ejemplo, están interesados en que la población sepa más de los beneficios del fruto. A ninguna institución académica se le antoja ir a pedirle a un grupo de tabaqueros que ayuden a financiar un experimento que quiere demostrar lo perjudicial que resulta fumar.
Las universidades tratan —con mayor o menor éxito— de preservar su independencia académica y el gobierno realiza análisis que, hipotéticamente, son neutrales a los diversos grupos de interés. Pero cuando una organización privada manda a hacer una encuesta —con el objetivo de darla a conocer— lo hace para apoyar sus planteamientos. No es que no se pague para conocer las opiniones contrarias. Es que entonces no se publican los resultados. Se guardan en secreto y se trata de cambiar las opiniones desfavorables hacia los que pagaron el estudio.
La última encuesta realizada bajo los auspicios del Cuba Democracy Advocates (Defensores de la Democracia en Cuba) es fiel a este principio. No quiere esto decir que se debe poner en duda la integridad profesional de la firma encargada de realizarla (Campaign Data Inc.). La compañía llevó a cabo el trabajo de forma profesional, en cuanto a ciertos criterios metodológicos a cumplir: seleccionó una muestra representativa del sector de la población a estudiar y no alteró los resultados obtenidos. Los datos reflejan lo que opinaron los participantes. No han sido alterados en el sentido de escoger sólo algunas respuestas y desechar otras. Sin embargo, las preguntas seleccionadas y la forma de realizarlas no responden a igual objetividad .
Nada permite asegurar que, debido a que los patrocinadores apoyan el embargo económico contra la Isla y el enfrentamiento frontal contra el gobierno de Fidel Castro, los hallazgos no son válidos. Bajo tal premisa quedaría anulado —aunque por motivos contrarios— un estudio anterior realizado en diciembre de 2000 por la firma Bendixen & Associates, y pagado por el Grupo para el Estudio de Cuba (GEC), una entidad que aglutina a empresarios y activistas cubanoamericanos y que promueve los cambios pacíficos en Cuba.
En ambos casos se trata de sondeos que pretenden apoyar puntos de vistas disímiles, pero no son simples panfletos políticos. Si uno va a considerarlos simple propaganda, no vale la pena escribir sobre ellos. Se trata de utilizar un instrumento estadístico para validar una posición política. El instrumento en sí, sin embargo, no puede ser catalogado de retórica, sino que constituye una forma de convencimiento. Cada encuesta es válida de acuerdo con sus objetivos y con la población que interroga.
Bajo esta premisa hay que analizar los datos publicados recientemente en la prensa de Miami y recogidos por las agencias de noticias.
Lo erróneo es decir que esta última encuesta representa la opinión de los exiliados en los condados de Miami-Dade y Broward. Esta afirmación no aparece en los resultados dados a conocer, ni ha sido hecha por los patrocinadores y los que llevaron a cabo la labor. El error es de quienes han querido utilizar los hallazgos como una confirmación de que el exilio —en su totalidad— favorece una "línea dura": apoya una confrontación armada contra Castro, se opone al levantamiento del embargo, los viajes a la Isla y la flexibilización de las sanciones. Lo incorrecto es otorgarle al sondeo un valor más allá de los fines electores con que fue realizado.
Porque de eso se trata: de demostrarles, tanto al presidente George W. Bush, como a su retador —supuestamente el senador John Kerry—, que los votantes cubanoamericanos no quieren un cambio en la política de enfrentamiento que por largos años ha caracterizado la relación de Washington con La Habana. Probar todo lo contrario. Afirmar que quienes acudirán a las urnas en noviembre elegirán a quien ellos estiman está dispuesto a sacar a Castro del poder por cualquier medio.
En este sentido, la encuesta está dirigida más al presidente Bush que al aspirante demócrata. La estrategia de Kerry respecto al voto cubanoamericano parece dedicada a captar al sector de estos electores que no se limitan a un tema único —la posición respecto a Castro—, sino que también consideran los aspectos que lo afectan como ciudadanos de este país.
De lograr la nominación —que a estas alturas parece tener asegurada—, Kerry hará énfasis en el segundo componente de la palabra "cubanoamericano". No es que esté dispuesto a desestimar el pronunciarse con firmeza contra Castro. A medida que avance la campaña tratará de hacer énfasis en sus ataques contra el régimen de La Habana y ya ha declarado que se opone al levantamiento del embargo. Pero su historial —que los republicanos ya han comenzado a explotar en el sur de la Florida— lo pone en evidencia como un político opuesto al reforzamiento del uso de las sanciones comerciales con el objetivo de lograr un cambio en la Isla. Kerry siempre ha favorecido los intercambios entre los ciudadanos a ambos lados del estrecho de la Florida —el famoso carril dos de la Ley Torricelli, ahora prácticamente abolido— como un recurso válido para hacer avanzar la democracia en Cuba.
El problema para el Partido Republicano es que una parte de los votantes cubanoamericanos no parece inclinada a otorgarle de forma automática su voto a Bush. Los resultados de la encuesta, precisamente, refuerzan este criterio.
Basta detenerse brevemente en las características demográficas de los que respondieron a la encuesta para comprobar este objetivo. El sondeo no se hizo entre quienes viven exiliados en Miami-Dade y Broward. Eso lo diferencia de otros anteriores. Los escogidos fueron ciudadanos norteamericanos que han votado al menos en una ocasión. No se trata de la opinión del exilio, sino de la opinión de los exiliados que votan.
La inmensa mayoría de los 600 entrevistados que completaron el cuestionario son mayores de 65 años (62%), prefirieron responder en español a las preguntas (90,2%), llegaron en los años sesenta (48%) y están afiliados al Partido Republicano (73%). Su opinión tiene valor en las urnas, pero su participación social y económica, tanto en una Cuba poscastrista como en Estados Unidos, es limitada.
La encuesta refleja una realidad conocida desde hace tiempo en Miami. Los electores cubanoamericanos son republicanos y eligen a los candidatos que priorizan en sus campañas políticas el tema cubano. Afirmar que este grupo representa la opinión del exilio es falso —desde el punto de vista social y económico—, pero real a la hora de ir a las urnas.
Este hecho se explica desde un punto de vista demográfico, no político. Hay dos aspectos a tomar en cuenta. El primero es que, a diferencia de lo que suele ocurrir en cualquier grupo migratorio —tras decenas de años de la llegada al nuevo país de residencia, sus miembros tienden a dispersarse y extenderse por toda la nación—, con los cubanos ocurre lo contrario. Miami es el punto lógico de atracción de muchos que desarrollaron parte de su vida —trabajaron y formaron una familia— en otros estados. Debido a condiciones climáticas y culturales, el exiliado cubano tiende a volver a Miami para vivir sus últimos años de vida y disfrutar de su retiro. Convertido en ciudadano norteamericano, regresa al sitio que fue su punto de entrada al país. En muchos casos nunca lo ha abandonado.
El segundo aspecto a tomar en consideración es que el mayor éxodo a Estados Unidos se produjo durante los años sesenta, algo que muchas veces se olvida, debido a la publicidad recibida por el puente marítimo Mariel-Cayo Hueso y la crisis de los balseros. Sólo el 6,1 por ciento de los entrevistados nació en Estados Unidos y apenas el 15,5 llegó después de 1980.
En sus resultados finales, la encuesta plantea que "los votantes cubanos no apoyan el levantamiento del embargo y las negociaciones con Castro". Esto es correcto, si se añade: "la gran mayoría". Luego aparece otra conclusión, que afirma que "los cubanoamericanos de tres generaciones apoyan con firmeza el embargo y se oponen a las negociaciones con Castro". Esto es incorrecto. En ambos casos debió aclararse los lugares donde se realizó la encuesta (los condados de Miami-Dade y Broward). En el segundo, se parte de una premisa anterior para una generalización que los resultados de la encuesta no fundamentan. La encuesta está realizada sólo entre votantes activos. No contempla a todos los cubanos nacionalizados ciudadanos norteamericanos, tampoco a los residentes y a quienes han llegado el último año.
Al igual que cuando uno se hace un traje a la medida, el sondeo contiene un número de preguntas tendientes a reafirmar los criterios de sus patrocinadores. Es en la formulación de estas preguntas donde radica el aspecto más cuestionable de la encuesta, desde el punto de vista metodológico, como se señaló al inicio.
En muchas casos, se cae en el error de realizar preguntas que inclinan al entrevistado a ofrecer una respuesta acorde a lo que se le pide. Esto se llama inducir la respuesta, y debe ser evitado en todo cuestionario que quiere conocer, de forma objetiva, como piensa el otro. Hay un principio básico que conoce todo entrevistador: quien es interrogado tiende a mostrar su rostro más amable, a no "caerle mal" a quien lo está cuestionando, a evitar la confrontación. Por eso los periodistas y psicólogos guardan sus preguntas más difíciles para el medio y el final de la entrevista; debido a esto, quien interroga debe tratar de ser lo más neutral posible.
Este principio se violó una y otra vez a través del cuestionario, que intentó averiguar opiniones no sólo sobre la política que el gobierno norteamericano debe seguir respecto a Castro, las preferencias partidistas y la labor de los congresistas cubanoamericanos —entre otros temas—, sino también con respecto al principal periódico de la ciudad (The Miami Herald), la agencia de noticias CNN, la ayuda del cardenal Ortega y la Iglesia Católica a los disidentes y prisioneros políticos, su posición respecto al gobierno cubano, y el Proyecto Varela, temas candentes en la comunidad exiliada.
A los encuestados se les preguntó: "¿Está usted consciente de que durante las últimas cuatro décadas, el gobierno de Castro ha establecido y provisto campos en Cuba para entrenar terroristas, cuyos actos de violencia se han extendido a todo el mundo, incluyendo las Américas?". Formular de esta manera una pregunta a un exiliado cubano no es propio de un estudio con pretensiones de objetividad estadística. Es un examen político de conciencia, meterlo en la urna del confesionario, cuestionar su "anticastrismo". El 76,8 por ciento de los interrogados respondieron "estar conscientes". Lo que asombra es el 23,2% de los "inconscientes".
El ejemplo más evidente de esta forma distorsionada de preguntar se refiere al Proyecto Varela. La pregunta en cuestión fue la siguiente: "El Proyecto Varela acepta la continuación de la actual Constitución cubana y al Partido Comunista como el único partido político en Cuba. Conociendo eso, ¿apoya usted el Proyecto Varela?".
No sólo se trata de una grosera e inexacta definición del Proyecto Varela. Una pregunta hecha de esta forma en Miami está condenada a una respuesta negativa: el 66,1 por ciento de los entrevistados se manifestó en contra del proyecto así enunciado.
Hay otras dos preguntas, respecto al Proyecto Varela, que resultan más interesantes. El 75,9 por ciento confesó no haberlo leído en su totalidad, mientras que el 87,6 por ciento dijo haber oído de éste. El verdadero resultado no es que los entrevistados están en contra del Proyecto, sino que se oponen a algo de lo que desconocen la extensión y el alcance. No se oponen al Proyecto Varela en su conjunto. Se oponen al Proyecto Varela según es definido en la encuesta.
El verdadero valor de esta encuesta es que el votante cubanoamericano, en gran parte, actúa de acuerdo con criterios preestablecidos y es consecuente con las razones que lo llevaron al exilio: rechaza todo lo que huela a comunismo y se aferra al embargo como un último recurso ante el fracaso de la lucha armada contra Castro. Sin duda, la última oleada represiva del régimen lo ha reafirmado en sus criterios. Opina, con razón, de que el gobernante cubano es incapaz de ceder un ápice de poder. No admite otras formas de confrontación contra el régimen de La Habana porque desde hace años vienen alimentando su frustración con falsas promesas.
A la encuesta le faltó una pregunta básica, sobre la principal fuente de información que utiliza el encuestado para saber lo que acontece en la Isla. Esta pregunta —de por sí tema para una encuesta independiente— hubiera servido para explicar más de un prejuicio. Ahora sólo resta esperar por otro sondeo. La guerra de las encuestas está en marcha, mientras el futuro de Cuba espera.
Fotografía: protesta de exiliados cubanos en Miami.

jueves, 29 de enero de 2009

La hora del mercenario



El ataque de cientos de insurgentes chiítas a las oficinas centrales de la Autoridad Provisional del Gobierno de Coalición en la ciudad de Nayaf, realizado el domingo 4 de abril, no fue rechazado por soldados de Estados Unidos. Fueron ocho miembros de una firma privada de seguridad los que defendieron las instalaciones. Las implicaciones del hecho vienen a complicar aún más la situación en Irak.
Según el diario Washington Post, fuentes familiarizadas con el incidente le informaron que la firma Blackwater Security Consulting envió sus propios helicópteros, que en medio de un intenso tiroteo, lograron abastecer de municiones a los atacados y trasladar a un marine herido. La compañía Blackwater tiene un contrato para brindar servicios de seguridad a los miembros del gobierno provisional, instalado por las fuerzas de la coalición en Nayaf.
Blackwater es una firma de seguridad y entrenamiento de personal de custodia, con sede en Moyock, Carolina del Norte, que tiene 450 empleados trabajando en Irak. La mayor parte de este personal brinda protección a los empleados de la Autoridad Provisional —incluido el administrador L. Paul Bremer— y a visitantes importantes. Muchos de los que laboran en la firma son ex miembros de cuerpos de élite de las fuerzas armadas estadounidenses. Los cuatro empleados civiles brutalmente asesinados y mutilados en días recientes pertenecían a la compañía Blackwater. Viajaban como escoltas de un convoy que transportaba comida y equipos de cocina de un subcontratista de una firma encargada de la alimentación de más de una docena de unidades militares norteamericanas en Irak.
El gobierno del presidente George W. Bush viene empleando guardias privados —tanto en Afganistán como en Irak— desde el comienzo de ambos conflictos. La compañía DynCorp, Inc., con sede en Virginia, se encarga en la actualidad de la protección del presidente afgano Hamid Karzai. Pero el aumento de la participación del sector privado en tareas vinculadas con las operaciones militares y de mantenimiento de la paz en todo el planeta, es una tendencia que data de los 10 últimos años.
Forma parte de una estrategia de privatización de ciertas labores, para las cuales el Pentágono prefiere pagar a un contratista que llevarlas a cabo con personal propio. Estas tareas incluyen no sólo la seguridad personal, también el mantenimiento de aviones militares, el funcionamiento de sistemas de comunicaciones y una amplia variedad de misiones: desde la fabricación de vacunas hasta el exterminio de campos de drogas.
Desde Bosnia hasta Haití
Las corporaciones militares privadas han crecido notablemente en la última década, de acuerdo a un artículo aparecido en la revista The New Republic en noviembre de 2002. Cumplen funciones que las fuerzas armadas norteamericanas se vieron imposibilitadas de llevar a cabo, luego de una reducción de casi dos millones de efectivos tras el fin de la guerra fría. A veces sus miembros son considerados especialistas de alto nivel de protección y defensa. Otras se les llama paramilitares o simplemente mercenarios.
Todos los nombres tienen una carga política. También todos sirven para catalogar el trabajo de muchos de ellos: ex militares que volvieron sus ojos al sector privado cuando quedaron sin empleo o que prefirieron llevar a cabo su tarea de forma mucho mejor remunerada.
"El boom en Irak (de la industria de la seguridad) es sólo la punta del témpano de una industria que genera $100.000 millones anualmente, la cual los expertos consideran ha sido el sector de crecimiento más rápido de la economía global durante la pasada década", señala un artículo aparecido el 28 de marzo en el San Francisco Chronicle. Los soldados de fortuna han estado presente en los conflictos regionales de trascendencia de los últimos años, desde la guerra en Bosnia hasta la lucha contra el narcotráfico en Colombia.
El papel de estos ejércitos privados ha sido determinante en varias naciones africanas. En Sierra Leona, por ejemplo, donde en 1995 y 1996 la compañía sudafricana Executive Outcomes recibió $1.5 millones al mes para derrotar a los 10.000 rebeldes del Frente Unitario Revolucionario. Y en Angola, con la misma corporación obteniendo $40 millones cada año entre 1993 y 1995. La Executive Outcomes empleó 500 mercenarios —apoyados por aviones de combate y helicópteros de ataque— para evitar la derrota del ejército angolano a manos de 50.000 rebeldes de UNITA.
El caso más reciente fue en Haití. La protección del depuesto presidente Jean-Bertrand Aristide estaba a cargo de la compañía estadounidense Steele Foundation. Cuando los insurrectos haitianos avanzaron hacia Puerto Príncipe, a finales de febrero, Aristide trató de contratar más agentes de la Steele Foundation y otras firmas similares, pero se estima que el gobierno norteamericano presionó a las compañías para que denegaran la solicitud. Algunos analistas consideran —de acuerdo con el San Francisco Chronicle— que si desde el inicio Aristide hubiera previsto el avance insurrecto, y contado con los recursos financieros necesarios, la contratación de entre 50 y 100 agentes de seguridad adicionales habría bastado para asegurarle la permanencia en el poder.
Remedio temporalLa participación de los miembros de Blackwater en el ataque del 4 de abril es un ejemplo del área indefinida que existe en Irak, entre las funciones oficiales de un guardaespalda y la realidad de la participación activa en combate en una zona de guerra, según el Post. Esta zona nebulosa puede crecer más aún si la situación continúa complicándose. Pero las implicaciones tienen un alcance mayor.
Hay 135.000 soldados norteamericanos en Irak. Existe el plan de reducir su número a 115.000 en el verano. Todo parece indicar lo contrario. Tanto el presidente como el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, han dejado abierta la puerta para que se envíen más tropas. Una medida de este tipo indudablemente implica un costo político, en un año de elecciones. El plan de utilizar el sistema de rotación de tropas para dilatar la permanencia de los soldados, pese a la llegada de personal de reemplazo, es sólo un remedio temporal. Se logra así aumentar el número de efectivos sin solicitar el envío de nuevas tropas, pero el talón de Aquiles de la jugada es que quienes contaban los días para el regreso se sentirán frustrados. Aumentarán las tensiones de quienes se encuentran en una situación de peligro permanente y se deteriorará la moral combativa. El envío de refuerzos es inevitable.
En este caso, una salida conveniente para la administración sería gestionar el aumento de las fuerzas paramilitares. De acuerdo con el diario español El País, en la actualidad suman entre 15.000 y 20.000 los soldados privados en suelo iraquí. Diversos periódicos norteamericanos sitúan la cifra alrededor de los 15.000. De acuerdo con el Chronicle, las fuerzas de ocupación lideradas por Estados Unidos han expresado la existencia de planes para destinar hasta $100 millones durante los próximos 14 meses en la contratación de fuerzas privadas de seguridad para proteger la Zona Verde —el área donde se encuentran sus cuarteles generales en Bagdad y que en la actualidad es protegida por soldados norteamericanos—, con el objetivo de hacer menos visible la presencia militar, en el supuesto caso de que se lleve a cabo la nominal transferencia de soberanía a un gobierno provisional iraquí luego del 30 de junio.
Una mayor participación de mercenarios puede resultar desastrosa. Trasladaría al sector privado un problema que debe ser enfrentado directamente por el Estado. Son firmas que no están obligadas al escrutinio público, como las dependencias gubernamentales. Su participación en acciones bélicas puede afectar notablemente la imagen de este país ante los iraquíes y el mundo, con independencia de las circunstancias que motiven los hechos. Se trata de evitar que ocurran situaciones de este tipo. No de buscar justificaciones a posteriori. Ni el Departamento de Defensa ni la firma Blackwater han querido comentar sobre lo ocurrido antes de que llegaran tropas de las fuerzas especiales de Estados Unidos.
La preocupación sobre la actuación de los contratistas de seguridad norteamericanos ha llevado a que un grupo de senadores de este país le pida a Rumsfeld una explicación sobre el papel de estos civiles, que operan en forma similar a las fuerzas especiales, pero no están bajo el control militar de Estados Unidos.
"Podría ser un precedente peligroso si Estados Unidos permite la presencia de ejércitos privados operando fuera del control de una autoridad gubernamental y al servicio sólo de quienes les pagan", dice la carta firmada por 13 senadores demócratas —entre ellos Hillary Clinton y Carl Levin— y dada a conocer el 9 de abril.
"En el contexto de Irak, a menos que esas fuerzas estén correctamente controladas por autoridades de Estados Unidos y estén requeridas para operar bajo claras directrices y supervisión apropiada, su presencia contribuirá al resentimiento iraquí", puntualiza la misiva de acuerdo con una información de la Agencia France Presse.
Todo se encamina, sin embargo, a que la presencia de soldados de fortuna aumente en las próximas semanas. Según el Post, las firmas privadas de seguridad han comenzado a unirse y organizar lo que probablemente constituya el mayor ejército privado del mundo, con sus propios equipos de rescate y servicios de inteligencia. De acuerdo con el diario norteamericano, se espera que el número de guardias privados aumente a 30.000 en los próximos meses. Su presencia masiva en una zona de combates tan intensos no tiene precedentes en la historia de Estados Unidos, afirman funcionarios del gobierno y expertos.
Otro problema es que, con el deterioro de la situación iraquí en los últimos días, las fuerzas de la coalición no han podido acudir a tiempo al rescate de los guardias de seguridad en varias ocasiones. Cinco hombres de la firma británica Hart Group Ltd. fueron atacados durante una noche. Uno fue muerto y los cuatro restantes heridos. Esa misma noche, empleados de otras dos compañías —Control Risk Group y Triple Canopy— fueron también rodeados y atacados.
La cooperación entre los diversos grupos de seguridad y los ataques constantes a que están sometidos éstos, incrementa las posibilidades de un aumento del resentimiento mutuo entre extranjeros e iraquíes, un temor expresado en la carta de los congresistas demócratas. A su vez, la falta de control preocupa a algunos funcionarios del Departamento de Defensa. "La Autoridad Provisional del Gobierno de Coalición ha otorgado todo tipo de contrato a todo tipo de gente", dijo un funcionario de alto rango de la Secretaría de Defensa, en una información distribuida por el Post.
Costos excesivos
El Departamento de Defensa tampoco tiene la obligación de informar al Congreso de la existencia de contratos por un valor menor de $50 millones. Para los miembros de las corporaciones militares privadas, no rigen los límites impuestos al número de militares que participan en un conflicto. Sus acciones no están sujetas a las leyes norteamericanas —al actuar en suelo extranjero— y tampoco a los códigos de conducta militar de Estados Unidos.
Alrededor de 25 firmas diferentes —con contratos para la reconstrucción de Irak— emplean agentes de seguridad privados. Algunos son iraquíes, pero la mayoría de estos hombres provienen de una multitud de países, además de Estados Unidos y Gran Bretaña: Nepal, Chile, Ucrania, Israel, Sudáfrica y Fiji, entre otros. Como parte del personal que trabaja para Blackwater en la protección de los pozos petroleros —a través de un subcontratista—, hay ex militares de la dictadura chilena de Augusto Pinochet, que reciben un salario mensual de $4.000, según el periódico USA Today.
El empleo de contratistas militares puede resultar, en algunos casos, una vía costosa y reprobable para esquivar restricciones legales. Ha ocurrido con anterioridad. Nada garantiza que no vuelva a ocurrir. Los costos de los servicios de seguridad se han multiplicado en los últimos meses, en la medida en que la violencia tras el derrocamiento de Sadam Husein ha derivado de robos y saqueos a ataques motivados por fines ideológicos contra los ocupantes.
Como resultado, "los gastos de protección, que en Irak se consideraban alrededor del 10 por ciento del costo de los contratos de reconstrucción, se han incrementado entre el 25 y el 30 por ciento desde que el primer contratista llegó al país", cita The Baltimore Sun en su edición del 18 de marzo. La combinación de inseguridad, costos excesivos y diferencias culturales e ideológicas no hace más que echar combustible a una situación de por sí explosiva.
Muerte y dinero
No se trata de culpar al gobierno republicano por el empleo de soldados de fortuna. Es una práctica generalizada, que con anterioridad ha tenido resultados negativos. Durante la administración del ex presidente Bill Clinton, empleados de DynCorp participaron en un caso conocido de trata de blancas en Bosnia. Hace unos pocos años, una docena de empleados de esta compañía supuestamente estuvieron involucrados en la venta de prostitutas de Europa del Este, en al menos un caso se trató de una niña de 12 años. Varios de estos empleados incluso filmaron una violación, de acuerdo con The New Republic.
La misma compañía se vio envuelta en un caso en Perú, en abril de 2001, donde se derribó un avión que trasladaba misioneros norteamericanos y en el que murieron una mujer y su bebé de siete meses. No es vincular las acciones indebidas de una compañía, en determinado país, con el papel que desempeña otra en una situación y territorio diferentes. Blackwater y DynCorp actúan con independencia en dos países distintos. Pero se debe destacar la falta de controles necesarios en una situación muy peligrosa. Son norteamericanos que mueren y matan, con independencia de si llevan o no uniforme.
Se debe señalar que hasta el momento no hay informes de que miembros de las corporaciones militares privadas hayan realizado actos cuestionables en Irak. Se trata de un personal muy bien entrenado y de gran experiencia. Lo que sí se conoce es que han muerto al menos 50, quizá más, de acuerdo con la edición del 2 de abril de Los Ángeles Times. Tampoco hay un conteo preciso de las muertes iraquíes en los diversos enfrentamientos y disturbios. Lo que sí es una realidad innegable es que la situación en el país dista mucho de la visión anticipada por el vicepresidente Dick Cheney, cuando en los días que antecedieron a la guerra dijo que creía que las tropas invasoras serían saludadas como "libertadores".
De una guerra para poner fin a un tirano peligroso para la humanidad, el conflicto ha derivado en una encrucijada de muerte y dólares. Nada hay que ir a buscar a Irak, salvo el dinero y la muerte. "Tenemos una coalición internacional en Irak, una coalición de quienes cobran por sus servicios", ha declarado Peter Singer, analista de la Institución Brookings en Washington y autor de Corporate Warriors: The Rise of the Privatized Military Industry.
El caos de los últimos días en algunas zonas de Irak no sólo evidencia la insuficiencia de tropas. También hacen más necesaria que nunca la búsqueda de una participación internacional como única salida definitiva a una situación que sirve para alentar el odio hacia Estados Unidos. Pero la conducta del presidente Bush se ha convertido en un obstáculo en el logro de una solución negociada. Tampoco se ha logrado un avance notable en Afganistán, donde ha aumentado el narcotráfico y la estabilidad es sólo relativa. Se impone un replanteamiento total de las estrategias políticas y militares en ambos países. Una labor que debe llevar a cabo esta administración o la próxima.
Este artículo apareció publicado el 20 de abril de 2004 en el periódico digital Encuentro en la Red.

jueves, 8 de enero de 2009

A.C.



Cuenta una leyenda china que en el año 121 A. de C., el emperador Wu estaba tan desesperado por la prematura muerte de su esposa que llamó al incomparable artista Chao-Wong y le encargó que materializara el espíritu de su amada.
Lo que hizo el artífice fue recortar en preciosa madera de sándalo la figura de la muerta y proyectarla junto con otras sombras de dioses en la sala del trono imperial.
Tan impresionado quedó el Emperador por la fidelidad con la cual el artista había reproducido la delicada imagen, y los movimientos suaves de la emperatriz, que dispuso de inmediato que se le honrara con el título de Jefe de la Plenitud de la Sabiduría.
Existe otra versión —trágica y sombría— con un final de muerte. El soberano quedo halagado al principio, pero al darse cuenta que la sombra procedía de la proyección de una silueta, y no de la persona de su imperial compañera, que se consideró engañado por arte de vulgar brujería. Entonces mandó a decapitar al infeliz maestro de ilusiones
Arte o ingenio, el cine no nació de la necesidad de perpetuarse de los hombres, pero se apoderó de esta ilusión desde su comienzo.
Al anhelo de superar la muerte —o al menos a esa forma de aprender el tiempo que es una imagen, una nota, una línea— debe el cine muchas de sus mejores obras.
No parece sin embargo que ese interés llevara a los invitados a asistir al Salon Indien del Grand Café del Boulevard des Capucines 14. No obstante, en la exhibición de la barraca de feria ya estaba el mito. Ese que ha perpetuado el cinematógrafo —que existía antes de la primera proyeción, aquella noche de 1895 en París— y que seguirá existiendo hasta el día de mañana, cuando finalmente la luz se diluya en un cuerpo sólido, táctil y oloroso —que no sea reflejo ni apariencia sino existencia misma— y el cine debe de vivir, relegado por una forma mucho más sólida de comunicación y reducido a una corriente eléctrica, una píldora o la diminuta excitación de una dendrita.
¿Cuándo surge en la mente de los hombres la idea del cine? Contestar esta pregunta ha provocado más de un debate y no pocas rencillas. André Bazin dice elogiar a Georges Sadoul, en una afirmación que se lee como crítica. Destaca que lo que éste paradójicamente pone de manifiesto al describir los orígenes del invento —“a pesar del punto de vista marxista del autor”— es el sentimiento de una relación inversa entre la evolución económica y técnica y la imaginación de los creadores.
“El cine es un fenómeno idealista”, afirma Bazin. “La idea que los hombres se habían hecho existía ya totalmente definida en su cerebro, como en el cielo platónico; y lo que nos sorprende es más la tenaz resistencia de la materia ante la idea que las sugerencias de la técnica a la imaginación del creador”.
La tesis de Bazin parece confirmarse en las pinturas de la cueva de Altamira, como expresión del deseo e impotencia del hombre primitivo para captar el movimiento; en el mito de la caverna de la república platónica; en las descripciones de Francis Bacon sobre la diversiones en La Nueva Atlántida, en los muchos textos, juegos de sombras, autómatas y “fantasmagorías”, donde la idea de la imagen en movimiento está más o menos explícita.
Pero esa prehistoria cinematográfica tiende un extenso puente entre la imaginación de los creadores y los descubrimientos técnicos. Analizando el surgimiento del cine, desde un punto de vista puramente técnico, la visión se torna mucho más limitada. Tanto la idea del cinematógrafo como los experimentos y avances tecnológicos para su realización comienzan propiamente en el siglo XIX.
Una visión somera a cuatro obras literarias, de diferentes épocas y estilos, nos permite ilustrar lo anterior. Una pertenece al siglo XVI, otra al XVIII y las dos últimas a la segunda mitad del XIX. En realidad, sólo en estas dos últimas podemos hablar de anticipación del cinematógrafo, en cuanto a invención de un aparato o equipo.
La primera de estas obras es La Nueva Atlántida, escrita entre 1614 y 1617 por sir Francis Bacon, que conocía la existencia de la cámara oscura porque en 1611 sir Henry Wooleton le contó haberse encontrado con Kepler y mostrarle éste, durante la noche, una carpa portátil con un pequeño orificio con la que el astrónomo podía dibujar el paisaje que le rodeaba. Esta descripción, que es la única que se conserva del aparato de Kepler, coincide con el descrito años más tarde por Athanasius Kircher en su Ars Magna.
A Bacon se le considera un precursor de la teoría de la gravitación universal de Newton, así como de otros principios físicos. En el Nuevo Organo nos describe el efecto de persistencia retiniana, que aprovecha el cine para dar la idea de continuidad de las imágenes, cuando observa:
“Sabemos también que las imágenes visibles llegan al ojo más rápidamente que desaparecen de él; así, por una cuerda de instrumento puesta en vibración por el dedo, parece doble o triple al observador, por llegar la segunda y la tercera imagen de la cuerda al ojo antes de que se haya desvanecido de él la primera; así, el anillo que se haga girar parece un globo, una antorcha encendida agitada rápidamente sobre la noche, parece tener una cola de fuego”.
Pero el objetivo de Bacon en su utopía no es sólo científico. También es político: describir un estado ideal, aunque sin detallar la organización de la economía y la sociedad, a diferencia de otras obras de este tipo. El filósofo inglés se interesa particularmente por el porvenir de la ciencia y sus posibilidades futuras, y en este sentido predice el avión, el submarino, el crecimiento artificial de los frutos, el micrófono, entre otros. Respecto al cinematógrafo, no hay descripción de un equipo que se anticipe en algo a los que surgirán a fines del siglo XIX, pero se habla de “casas de ilusiones”, con “falsas apariciones” y de la representación de “todas las ilusiones y engaños de la vista, en tamaños, magnitudes, colores; todas las demostraciones de sombras”.
Pintura animada
Tiphaigne de la Roche fue un escritor francés contemporáneo de Jonathan Swift y Voltaire. Fue con el objetivo de satirizar los relatos sobre grandes viajes imaginarios que La Roche escribió Las Profecías de Giphantie (anagrama de Tiphaigne). La obra cuenta que un violento tornado en el golfo de Guinea traslada al héroe a un jardín maravilloso donde se le aparece la sombra del gobernador de la localidad y se le ofrece de anfitrión. Aquí —al igual que encontraremos luego en Julio Verne— se habla de una “pintura”, que por medio de los reflejos de los rayos de luz da la impresión de vida. El anfitrión describe cómo la tela retiene los “simulacros” menciondos por Lucrecio, pero además —y esto es sumamente importante con la idea de inmortalidad asociada al cine— ésta “conserva los objetos”.
El relato presenta ideas muy cercanas al cine como ilusión en la mente humana, pero técnicamente muy alejadas aún de la invención cinematógrafo. Tiphaigne no hace referencia a la “cámara oscura”. Es más, el reflejo se produce en la misma pantalla, producto de una reflexión directa. No obstante ello, resulta sumamente interesante encontrar referencia tan singular en un autor que morirá en 1774.
La cámara de Orfeo
¿Sabía Julio Verne del emperador oriental que quizo recuperar a la esposa muerta? Es poco probable. Pero escribió una novela que guarda semejanzas con la leyenda china: la historia del melómano barón de Gortz, quien acepta el ofrecimiento del sabio Orfanik para reproducir, por medio de un fonógrafo y una compleja combinación de espejos, la voz y la figura de una cantante muerta.
La acción de El Castillo de los Cárpatos se sitúa a finales del siglo XIX. Se mencionan el telégrafo eléctrico y el fonógrafo. Es una breve novela de aventuras, de escaso valor literario. Su valor principal radica en la anticipación de un aparato semejante al cinematógrafo. Aquí la imaginación de Verne no vuela muy alto, aunque es suficiente para incluir la obra en esta relación. El equipo descrito se limita a una linterna mágica y el método, utilizado para la creación de imágenes, se asemeja al descrito en la obra de Tiphaigne. No estamos ante un aparato tan cercano al proyector cinematográfico como el imaginado por Villiers de l’Isle Adam en La Eva Futura. Sin embargo, el resultado no deja de ser interesante en la concepción de un “cine” sonoro y en la asociación de la figura de Edison con el artificio.
En otra obra de Verne, En el siglo XXIX. La jornada de un periodista americano en el año 2889, publicada en 1889, encontramos una visión mucho más interesante no sólo en cuanto a lo que va a ser el cine y el noticiero televisivo sino el mundo de la computación y el periodismo moderno:
“Además de su teléfono, cada reportero tiene ante sí una serie de conmutadores que le permiten establecer la comunicación con tal o cual línea telefónica; tienen, pues, los abonados, no solamente el relato, sino vista de los sucesos; cuando se trata de un suceso pasado ya, en el momento de relatarlo se trasmiten sus fases principales, obtenidas por medio de la fotografía intensiva”.
Todo es Eva
Existe un criterio unánime en considerar La Eva Futura, de Villiers de l’Isle Adam, como la novela que con más fidelidad describe al cinematógrafo antes de su surgimiento.
Escrita en 1886, la novela —puede considerarse una obra de ciencia ficción, pero no lo es un sentido estricto— nos relata la creación por Edison de una mujer ideal, mediante un complejo mecanismo que recuerda los famosos autómatas mecánicos de principio del siglo XIX. Verne va lejos que el inventor norteamericano, a la concepción de un ser artificial partiendo de reacciones químicas y electromagnéticas.
Ramón Gómez de la Serna habla de la opinión de Edison sobre la obra:
“Ruben Darío cuenta que Edison dijo que Villiers era superior a él. Que él sólo inventa y Villiers creaba; pero sus biógrafos, entre ellos Pontavice y la esposa de Villiers, dicen que “algunos amigos le llevaron el libro a Edison, pero que éste no habló nada de él”.
Realizada dos años antes de los primeros ensayos cinematográficos de Edison y Dickson, hay en la novela un aparato muy similar al cinematógrafo, ya que el equipo descrito —una potente “linterna mágica”— refleja fotografías sucesivas”, colocadas en una cinta. Pero además es cine con color y sonido.
Como dato curioso, puede señalarse que el sueño de l’Isle Adam se hizo realidad en parte. En 1922, en su célebre “laboratorio experimental”, Kulechov creó una “mujer ideal”, fundiendo mediante el montaje partes anatómicas seleccionadas de varias modelos.
La Hadaly de La Eva Futura recuerda a la Seraphita de Balzac. Algunos historiadores del cine, como Pierre Leprohon, consideran a Seraphita como una novela que anticipa el cine. No es así. Se trata de una obra filosófica, escrita bajo la influencia de Sweedenborg. No hay una descripción de aparatos como en los ejemplos anteriores. Se trata de un relato donde la imagen tiene un papel fundamental, y en donde no sabemos si ese andrógino existe realmente o es una idea. Volvemos a encontrarnos con la doctrina platónica, con la asociación entre muerte-sueño y vida-imagen-luz. Seraphita le dice a Wilfredo: “Que mis palabras revistan las brillantes formas de los sueños, que se adornen las imágenes, llamen y desciendan sobre ti ... Y la humanidad se va desenrollando cual simple cinta”. Curiosamente, los inventores del cinematógrafo llevarán el apellido Lumiere.
Fotografía: el teatro L'Eden, donde los hermanos Lumière presentaron la primera exhibición pública de sus cintas (archivo).

viernes, 2 de enero de 2009

El anzuelo Hemingway


En una información aparecida el 21 de septiembre en The New York Times, y reproducida en este periódico, se afirma que el gobierno cubano va a permitir el acceso a los documentos del escritor norteamericano Ernest Hemingway que se encuentran en la isla. Al mismo tiempo, expertos en preservación de Estados Unidos comenzarán a restaurar los textos, a copiarlos en microfilmes y a pasar su contenido a un sistema de computación.
Que el régimen de La Habana permita a los académicos norteamericanos consultar los documentos es noticia. La afirmación posterior de Manuel Sardiñas, director del museo Hemingway en Cuba, de que las autoridades cubanas mantienen el acceso vedado a los documentos mientras los someten a trabajos de restauración, es un intento de limpiar la imagen de entreguismo que se desprende del artículo aparecido en el periódico norteamericano. Es falso afirmar -como se especifica en la nota publicada en el Times- que a nadie, ni siquiera a los expertos cubanos, se les ha permitido ver los documentos.
Es mentira lo que dice Sardiñas: ''Aquí no se ha abierto ningún fondo del museo a nadie, a ningún investigador'', de acuerdo a un cable de la Agence France Presse. Enfatizar que el acceso a las cartas, libros y fotografías permitirá a los estudiosos de Hemingway descubrir aspectos inexplorados es una afirmación ignorante. Participar de un engaño decir que los documentos han permanecido inéditos.
Vale la pena visitar Finca Vigía, la casa donde vivió el escritor en Cuba. A diferencia de la casa museo Hemingway en Cayo Hueso, donde poco o nada evidencia la estancia del escritor, en esta villa austera y acogedora de las afueras de San Francisco de Paula -en las proximidades de La Habana- se respira la presencia de quien creó algunas de las mejores obras de la literatura norteamericana. Pero para leer los documentos que se mencionan en el Times no hay que ir a la isla.
El artículo del Times destaca que en Finca Vigía hay cartas de Adriana Ivancich, la joven condesa italiana -que fue el último amor del escritor y sirvió de modelo para la heroína de la novela Más allá del río y entre los árboles- y de Martha Gelhorn, su segunda esposa. Si el autor de la nota y los expertos que consultó conocieran mejor lo que estaban hablando, hubieran podido hacer más atractivo el paquete: en Finca Vigía hay cartas del director de cine Howard Hawks, las actrices Ingrid Bergman y Marlene Dietrich y el magnate de prensa William Randolph Hearst Jr., de Patrick Hemingway, hijo del escritor, y de Grace Hall Hemingway, su madre. Si el periodista y los académicos estuvieran mejor informados sabrían que estas cartas no han permanecido inéditas, porque conocerían de la existencia de Hemingway en Cuba, del escritor cubano exiliado Norberto Fuentes.
Uno de los expertos consultados por Times, el biógrafo A. Scott Berg -que ''ha leído todas las biografías de Hemingway''- habla de su asombro cuando en Cuba le mostraron un documento en que el escritor norteamericano expresa sus sentimientos acerca de su cuarta esposa, Mary Welsh.
''Si este documento existe, me imagino que también hay otros similares'', afirma Berg. ''Y aun si no existieran, aun si éste fuera único, sugiere todo un nivel de diálogo entre Ernest y Mary Hemingway que me parece no conocíamos; todo un nivel de dolor y sinceridad que no hemos visto en otra parte'', agrega.
Este texto, donde el escritor se pregunta si debe aceptar a su última esposa como una regañona -y olvidarse de cualquier otra ilusión- o habituarse a no hacerle caso, aparece en la página 399 del libro de Fuentes (cito por la edición en inglés: Hemingway in Cuba). De nuevo, no se justifica el viaje a la isla para leerlo.
Resulta formidable saber que los documentos existentes en Finca Vigía van a ser preservados gracias al empleo de técnicas modernas y adecuadas. Es lógico que los estudiosos de la obra de Hemingway quieran consultar el archivo existente en Cuba. Pero hay una diferencia fundamental entre la labor de restauradores y especialistas y el afán de las autoridades cubanas. En cualquier otra parte del mundo, una discusión sobre los papeles de un escritor famoso es un problema académico. En Cuba es una razón de Estado.
No es un hecho aislado si ahora el régimen quiere abrir sus archivos a los especialistas de Estados Unidos, o al menos coquetea con la idea. Es parte de una campaña para atraer turistas norteamericanos. Si mañana en Cuba se organizara una competencia de ranas saltarinas, las norteamericanas no sólo estarían invitadas, sino conformarían la delegación mayor, más colorida y con los mejores charcos reservados para su uso exclusivo.
La información aparecida en el Times muestra las dos caras de un intercambio en aumento, donde los cubanos de ambas orillas no son los protagonistas principales: para los funcionarios de La Habana cualquier recurso es bueno para atraer visitantes; para los norteamericanos la isla es un territorio salvaje, lleno de ''tesoros escondidos'', a la espera de que un extranjero los descubra. La Habana está enfrascada en una campaña para atraer a los norteamericanos, de cualquier forma y con cualquier gancho. No es un interés por un intercambio cultural; es un intercambio cultural como pretexto para incrementar los vínculos entre cubanos y norteamericanos. Hemingway, el pescador, el escritor, se ha convertido en anzuelo.
Publicado en El Nuevo Herald el martes 1 de octubre de 2002.Fotografía: la biblioteca de Ernest Hemingway, en su casa de Finca Vigía, en La Habana, en esta foto de archivo del 24 de mayo del 2005 (Alejandro Ernesto/EFE).