sábado, 23 de diciembre de 2006

Martí y el cine


Fueron dos centenarios sin relación aparente: la muerte de José Martí y el nacimiento del cine. El tiempo y la distancia separaba ambas fechas de forma indiscutible. El patriota cubano cae en combate en Cuba el 19 de mayo de 1895, mientras la primera proyección pública del cinematógrafo Lumière se realizó el 28 de diciembre de 1895 en París.
Martí no conoció el cine, pero entre su diversa y enorme actividad periodística hay tres artículos sobre antecedentes del cinematógrafo que sorprenden no sólo como curiosidad histórica sino por su visión para captar y trasmitir a sus lectores los acontecimientos de actualidad.
Los tres trabajos son ejemplos de esa actitud incansable que llevó a Martí a escribir sobre todo lo conocido e imaginable de su época, desde la moda y el ejercicio hasta los pintores impresionistas y el feminismo. Aunque en realidad todo comenzó por una apuesta.
En 1873, el gobernador de California Lealand Stanford le encargó al fotógrafo inglés Eadweard Muybridge que realizara una serie de instantáneas del galope de los caballos de su cuadra, para zanjar una apuesta con sus amigos sobre si el animal llegaba a separar a un tiempo las cuatro patas del suelo.
Cuatro años más tarde —y después de vencer gran número de dificultades técnicas y el obstáculo momentáneo de ser acusado de la muerte del amante de su esposa—, el fotógrafo logró resolver la interrogante gracias a 24 cámaras colocadas una al lado de la otra a lo largo de la pista de un hipódromo, cuyos obturadores eran abiertos sucesivamente al romper a su paso el caballo una serie de hilos atravesados de un lado a otro de la senda.
Aunque no se lo propuso originalmente, Muybridge logró la creación de una serie en que ilustraba las diversas fases de un movimiento. Ya sólo era necesario invertir el proceso —crear la síntesis—, para lograr la fotografía en movimiento, que es la esencia del cine.
Martí publica el 18 de enero de 1882, en La Opinión Nacional, un artículo sobre la labor de Muybridge: “La fotografía está alcanzando victorias extraordinarias. En San Francisco de California hay un fotógrafo, Muybridge, que consiguió hace poco retratar con toda perfección un caballo que marchaba a paso de trote. Descubierto así el modo de fijar la figura en movimiento, sin interrumpir éste, los fotógrafos en Europa se han dado en buscar la manera de ampliar y perfeccionar el descubrimiento de Muybridge”.
Llama la atención que Martí, un exiliado radicado en Nueva York y dedicado a múltiples actividades, no sólo destaque el valor fotográfico de la labor de Muybridge, sino que perciba la importancia que este descubrimiento tendrá en un futuro.

Su interés por el tema trasciende hasta cierto punto la nota periodística escrita para la supervivencia, ya que vuelve a referirse al tema en otro artículo de la misma publicación, el 15 de abril de 1882: “Muybridge, el fotógrafo de California que anda ahora por Inglaterra, donde aplaudió mucho una lectura suya el príncipe de Gales, retrató a un caballo galopando y a una golondrina volando”. No será la última vez que escriba sobre los experimentos que antecedieron al cine.
En uno de sus viajes por Europa, Muybridge conoció al fisiólogo Etienne Marey, empeñado en el estudio del movimiento de las aves. Pero los resultados logrados por Muybridge no satisficieron a Marey, que se interesó entonces por el “revólver fotográfico” desarrollado en 1874 por el astrónomo Janssen. Entre 1881 y 1882 Marey logró desarrollar un “fusil fotográfico”, capaz de tomar una serie sucesiva de 12 fotografías instantáneas, en rápida sucesión en el curso de un segundo.
Marey se encontró con Thomas AIva Edison en la exhibición mundial de París de 1889. De este encuentro parece haber surgido en Edison la idea de usar un rollo de filme para la reproducción de las imágenes.
Para el otoño de 1890, el jefe del laboratorio de Edison, el inglés W.K.L. Dickson, había logrado tomar secuencias fotográficas a una velocidad de 40 cuadros por segundo (el cine actual utiliza 24 imágenes por segundo).
Tanto los trabajos de Muybridge como los de Marey se consideran antecedentes del cinematógrafo, partes fundamentales del largo proceso que culminó en la posibilidad de reproducir la imagen del movimiento mediante el movimiento de las imágenes: el cine.
Martí va a referirse también al “revólver fotográfico”. En una crónica aparecida en mayo de 1884 en La América de Nueva York, narra la sorpresa de un transeúnte que se lanza sobre un hombre que apuntaba hacia la pared de un edificio y descubre minutos más tarde que el sujeto no es un delincuente sino un fotógrafo, y que el “arma es una máquina completa de fotografía dentro de un revólver de bolsillo”.
¿Son estos tres artículos sólo otras piezas sueltas dentro de ese torbellino de energías y actividades varias que fue la vida de José Martí, o evidencian un interés que no tuvo tiempo a desarrollar sobre una invención que realmente comenzaría a hacerse pública meses después de su muerte? Sólo se puede conjeturar al respecto. Es muy posible que, de estar vivo, las primeras exhibiciones cinematográficas habrían despertado su atención, e informado de ello a sus lectores. No deja de seducir la idea de imaginarlo acudiendo a las barracas de feria para ver la nueva atracción.
De conocer el cine, probablemente Martí le habría pedido lo mismo que León Tolstoi en 1910: “La verdad en todas sus formas y de la manera más exacta”.
El escritor y patriota cubano, que consideraba que el naturalismo no era más que el nombre pomposo de un defecto: la carencia de imaginación, nunca expresó los temores de Charles Baudelaire, quien estaba firmemente convencido de que los progresos mal aplicados de la fotografía contribuían al empobrecimiento del genio artístico.
Gracias en parte a su ideario político y social, Martí tampoco compartió el criterio del escritor francés de que “la poesía y el progreso son dos ambiciosos que se odian de forma instintiva”.
Sin embargo, el progreso esquivó en ocasiones a Martí. Resulta curioso cómo dos inventos asociados con Edison terminaron eludiéndolo. No hay grabaciones de su voz, pese a que la comercialización del fonógrafo data de 1878, y en 1886 comienza a utilizarse el cilindro de cera en las grabaciones. Algunos de los discursos de Martí fueron grabados, pero estas grabaciones se perdieron o deterioraron El dato me lo confirmó el nieto de Gonzalo de Quesada y Aróstegui, en una tarde soleada en el habanero barrio del Vedado.
Su vocación patriótica y varias balas a destiempo le impidieron a Martí conocer el cine. Quedan pues estos tres artículos en medio de una obra enorme e incompleta, que constituyen una de las primeras referencias a los antecedentes del cinematógrafo en Latinoamérica, por parte de uno de sus escritores más importantes.
Una primera versión de este artículo aparecido publicada en El Nuevo Herald, el 18 de octubre de 1995.