jueves, 8 de agosto de 2019

La política, los supremacistas blancos y el otro terrorismo


Ni son novedosos ni únicos. Los vínculos —supuestos algunos, comprobados otros— entre grupos de supremacistas blancos y políticos estadounidenses tienen un historial de negaciones, denuncias y contradicciones de larga data.
En 2015, cuando Dylann Roof, de 21 años, mató a nueve personas en una iglesia de Charleston, Carolina del Sur, y “justificó” su acto de violencia contra los feligreses negros del templo con supuestos datos de una organización de supremacistas blancos, la respuesta del grupo no se hizo esperar.
“El Consejo de Ciudadanos Conservadores (Council of Conservative Citizens) condena de forma inequívoca las acciones criminales de Dylann Roof”.
El grupo, calificado como organización de supremacistas blancos, había publicado en su página de internet un estudio sobre la violencia que ejercen los negros sobre los blancos, según informó la BBC.
Y esas cifras las usó Roof para dar forma a un manifiesto que publicó en la red antes de perpetrar el ataque.
La historia de la intransigencia, la violencia, el racismo y el crimen no se escribe dos veces sino se repite muchas. Pero en este caso acaba de ocurrir una réplica: poco antes de que Patrick Crusius entrara en una tienda de El Paso, Texas, a disparar contra la multitud, un desconcertante documento apareció en la polémica plataforma 8chan.
El sitio, un refugio de los supremacistas blancos para expresar sus criterios, pronto borró su contenido, pero minutos más tarde, Crusius comenzó su acometida: comenzó a disparar contra los cientos de personas que, según las autoridades, se encontraban en la tienda de Walmart en ese momento.
En el texto el autor aseguraba que probablemente moriría ese mismo día, pero Crusius se entregó a la policía sin resistencia.
8chanconformaba una especie de red social, que por años brindó un espacio sin limitaciones para los grupos nacionalistas de derecha, dada la escasa moderación y control de los sitios que participaban en ella.
Pero el hecho de que el sitio haya devenido aparentemente también una plataforma para al menos tres de los tiroteos masivos ocurridos en los últimos seis meses ha puesto también el foco sobre la forma en que funciona este tipo de red social.
De hecho, Cloudfare, la compañía con sede en San Francisco que le ofrecía la infraestructura de internet a8chan, cortó la conexión que permitía al sitio estar en línea.
Mientras 8chan, como plataforma tenía un alcance y un contenido internacional, donde las dos primeras masacres de referencia —una ocurrió en Christchurch, Nueva Zelanda, y otra fue el ataque a una sinagoga en Poway, California—, todas se caracterizan por dejar una estela de muerte y horror en que el causante termina en manos de las autoridades para enfrentar acusaciones de asesinato —Brenton Tarrant, John T. Earnest y ahora Crusius— y antes de los hechos divulgan textos en los que resumen varias de las teorías más comunes del supremacismo blanco. 
En lo que respecta a Roof y Crusius, más allá de las características de personalidad, los posibles trastornos emocionales y las circunstancias del momento, en ambos  aparece igual voluntad de publicitar sus acciones y el nutrir su odio y fanatismo, sus frustraciones y empeños con similares informaciones tergiversadas.  
Y en lo que respecta al Consejo de Ciudadanos Conservadores, cabe la pregunta: ¿fue suficiente esta declaración del Consejo para desligarse del crimen o tiene el grupo responsabilidad en el fomento del odio, como denuncian los activistas de derechos civiles?
Cuando ocurrió la masacre de Charleston, Jered Taylor, portavoz del Consejo, dijo a BBC Mundoque rechazan que los califiquen de supremacistas.
“No hay nada supremacista ni de odio en el Consejo de Ciudadanos Conservadores. Nuestra organización investiga y trabaja por el interés legítimo de los blancos como grupo. Hay otras organizaciones que se identifican con determinados grupos. Solo cuando lo hacen los blancos, se considera un grupo de odio”, afirmó.
Al igual que ha ocurrido ahora, se recurre a la psiquiatría para restarle importancia a los factores sociales y políticos. Tras lo ocurrido en Carolina del Sur, el Consejo envió un comunicado oficial en el que tomó distancia de los hechos y los atribuyó a un joven desequilibrado.
Al mismo tiempo, suscribió firmemente los datos publicados en su página de internet y que fueron citados por Roof, al tiempo que advertía sobre “los peligros de negar la realidad de los crímenes de negros sobre blancos”.
“Cada año”, según el documento del Consejo de Ciudadanos Conservadores, “hay cerca de 500.000 crímenes violentos interraciales. De ellos, el 85% son cometidos por negros contra blancos”.
La declaración del Consejo enfatizaba: “Una vez más, condenamos completamente los despreciables crímenes de Roof, pero estos no disminuyen la legitimidad de algunas de sus ideas”. Es decir, en este caso, para el Consejo, el fin no justificaba los medios.
Si el horror de las masacres impedían la justificación de estas, ello no impedía el reclamo de los objetivos por medios no tan violentos. Y entonces entraba a jugar la política.
El papel jugado por esta organización supremacista cobró mayor relevancia cuando se supo que su presidente, Earl Holt III, había donado en los últimos años miles de dólares a distintos políticos del Partido Republicano, algunos de ellos aspirantes a la nominación de su partido para las elecciones presidenciales de 2016.
La información sobre las donaciones es de acceso público a través de la Comisión Federal de Elecciones y fue revelada por el diario británico The Guardian.
El periódico destapó que Holt donó dinero a numerosos candidatos en los últimos años, incluidos senadores y miembros de la Cámara de Representantes de EEUU, con un total de al menos $56.000 según cifras del Centro para la Política 
Entre los políticos que aparecían en la lista de beneficiarios de las donaciones estaban Ted Cruz, Rick Santorum y Rand Paul, tres de los candidatos a la nominación republicana para la presidencia de Estados Unidos de entonces.
Taylor dijo a BBC Mundo que “la contribución de un donante a un político refleja que ese donante apoya a un candidato. No a la inversa. No significa que el candidato apoye al donante”.
“La donación es, de alguna manera, un acto de libertad de expresión”, aseveró.
Por su parte, un portavoz del senador Ted Cruz le afirmó a The Guardian que se devolverían los $8.500 en donaciones de Holt recibidas desde 2012 y el jefe de estrategia de Paul señaló que el comité de acción política RandPAC donaría las contribuciones a un fondo de ayuda para las familias de las nueve personas que murieron en el tiroteo.
“El senador Santorum no justifica ni respeta comentarios racistas o de odio de ninguna naturaleza”, escribió el portavoz de Santorum, Matthew Beynon, en un correo electrónico a The Guardian.
Si bien las cantidades donadas por Holt no fueron desorbitantes, las mismas evidencian el objetivo de los supremacistas blancos de promover su agenda racial. Además, gracias al internet, la amenaza de los supremacistas blancos trasciende las fronteras de Estados Unidos.
Mientras que la denuncia de la presencia de estos grupos en los medios sólo se da en momentos de tensión racial, grupos activistas de los derechos civiles advierten que no hay que subestimar su poder.
“Los días en que pensábamos que el terrorismo nacional era obra de unos cuantos miembros del KKK o de violentos cabezas rapadas ya quedaron atrás“, señala el Southern Poverty Law Center (SPLC), organización con sede en Alabama que hace seguimiento a los llamados grupos de odio en EEUU.
Según el SPLC, la globalización del nacionalismo blanco es una amenaza que ha sido ignorada.
“Sabemos que los terroristas islámicos piensan globalmente e intentamos enfrentar esa amenaza con eso en mente. Hemos tardado demasiado en darnos cuenta de que los supremacistas blancos están haciendo lo mismo”.
Seguir considerando estas masacres como actos de violencia aislada, llevados a cabo por individuos desequilibrados no es solo una manipulación política. Es también una peligrosa imprudencia que amenaza a Estados Unidos.